Cerca de casa acaban de abrir el primer cat cafe de Bruselas, se llama Le Chat touille (un juego de palabras entre cosquillas y el gato que bulle). Es un café como otro cualquiera, pero con gatos. Por lo visto es una idea que viene de Japón (por eso también los llaman café Neko , gato en japonés) y de Corea del Sur, donde son relativamente frecuentes y tienen bastante aceptación. Leo que el primero de estos cafés se abrió en Taiwán en 1998 y el primero de Europa en Viena en 2012. Luego llegaron a París y a Londres. En Madrid hay uno, La Gatoteca (Argumosa, 28), aunque ese nació más con la idea de ser una asociación benéfica que un simple café con gatos. No sé ahora, pero hace unos meses te cobraban por tiempo, media hora, cuatro euros, una hora, seis; y te podías tomar lo que quisieras siempre que no quisieras alcohol. También te obligaban a lavarte las manos al entrar, lo cual se entiende, a fin de cuentas los gatos estaban en su casa y tú eras el invitado.

Las razones que se suelen dar para explicar el éxito de estos cafés en el lejano oriente es que allí los pisos son muy pequeños, que la gente pasa muchas horas en el trabajo, que los contratos de alquiler son estrictos y no admiten animales de compañía, etcétera. Por otra parte, según estudios recientes, el ronroneo de los gatos tiene un efecto relajante y curativo que ayuda a calmar nuestra angustia. Por lo visto ese ronquido placentero tiene una frecuencia de entre 25 y 50 hercios, que es la misma que utilizan los ortopedentistas y los médicos deportivos para acelerar la recuperación de las lesiones musculares; dicen que por eso los gatos se recuperan antes de sus heridas que los perros. También que escuchar ese ronroneo favorece la segregación de serotonina, la hormona de la felicidad.

No sé si será por eso por lo que los gatos han sido siempre tan queridos por los escritores, o quizá por su imagen de animales listos, limpios e independientes. Una vez un joven aspirante le pidió consejo a Aldous Huxley para iniciarse en la carrera literaria y Huxley le contesto?: "Si quiere usted escribir sobre los seres humanos, tenga gatos". La historia de la literatura está llena de nombres de gatos. Topaz la de Tennessee Williams , Chopin el de Scott Fitzgerald , Nada la gata de Jean-Paul Sastre y Etranger el gato negro de Camus , Odin y Beppo , los de Borges , etcétera. La de Victor Hugo se llamaba Chanoine y fue quien le inspiró lo de "Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar a un tigre". Cuenta Jesús Marchamalo que María Zambrano , la mujer menuda que fumaba exóticos cigarrillos turcos con boquilla de nácar, tenía en su casa de Roma un ejército de casi veinte gatos, la denunciaron y por no renunciar a ellos se fue a vivir al campo con su prole felina. Se entiende, Zambrano vivió en Puerto Rico, México, La Habana, Nueva York, París, Roma, o sea, sus gatos eran su país. Y eso que "los gatos no viajan", que fue lo que le dijo Julio Cortázar a su gato Teodoro W. Adorno cuando una vez se despidió de él.

Aquí la cultura es distinta a la del extremo oriente y los gatos han estado siempre con nosotros, en mi niñez casi todas las casas del pueblo tenían en las puertas de madera un agujero para que entraran y salieran los gatos. Eran uno más de la casa, también ellos con sus obligaciones y, además, con fama de golosos. Ahora ya, sin embargo, casi no se oye eso de Ssssss ¡sape! ; los gatos, como los burros, han ido desapareciendo de los pueblos. Por lo que se ve, algunos se han reciclado y ahora trabajan como terapeutas. En cualquier caso, siempre han sido compañeros entrañables y cercanísimos. He visto a un amigo muy amigo sufrir en carne propia la agonía de su gata y no encontraba consuelo ni en las mejores vistas que hay en Cádiz. También sé que en el norte de Chile rodaron lágrimas como cebollas cuando a uno de estos talentos despreciados y expatriados por la crisis y los políticos le contaron por Skype que habían tenido que sacrificar a su Canito .

XACARICIO Ax Gustavo (once años conmigo, tres países, dos continentes, seis mudanzas; mis respetos señor Julio, los gatos también viajan) y me acuerdo del impertinente y sabihondo Gato de Cheshire de Alicia en el país de las maravillas . Entra y sale de la ficción cuando le da la gana, desaparece y nos deja de rastro su sonrisa. Alicia se sorprende, ha visto muchas veces gatos sin sonrisa pero nunca antes había visto una sonrisa sin gato. El gato en el pensamiento funciona como esencia y el gato sonriente juega el papel de la apariencia, o sea, la sonrisa es el rastro visible de la esencia invisible. En un momento de la narración Alicia le pregunta al gato de Cheshire :

--¿Me podrías indicar hacia dónde tengo que ir desde aquí?

--Eso depende de a dónde quieras llegar, responde el gato.

--A mí no me importa demasiado a dónde.

--En ese caso, da igual hacia donde vayas.

--Siempre que llegue a alguna parte.

--¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante.

Miro a Gustavo, pienso en el gato de Alicia, en los del cat café , en los felinos de las finanzas y me digo: andar tanto, tan deprisa, resuelto lo básico, llegado el caso, ¿no será confundir esencia y apariencia? ¿No se nos estará olvidando acariciar al gato?