Director y oboísta (Munich, 1948), es solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín, que alterna con la docencia en Madrid. Hoy y mañana actúa con la Orquesta de Extremadura

A los 10 años escribía su propia música, "una música naif". A los 13 empezó a tocar el oboe y profundizó en estos estudios, de manera que se convirtió en un oboísta de prestigio en Alemania. Hansjörg Schellenberger dirige hoy y mañana a la Orquesta de Extremadura con un programa con obras de Mozart (la obertura de La clemencia de Tito y el concierto para oboe K 285) y de Bruckner (primera sinfonía).

--¿Que le llevó a la música? ¿En su familia había tradición musical?

--Yo creo que el amor a la música me condujo a dedicarme a ella. Nadie de mi familia lo había hecho, aunque mi padre tocaba algo la flauta dulce. Así que escuchando música desde muy niño llegué a amarla.

--Y eligió el oboe.

--Sentía pasión por su sonido. Mi padre me dijo que tocara otro instrumento más serio, pero para mí, el oboe era el más impresionante de todos ellos.

--No hay mucha música para este instrumento.

--Tiene su gran época en el Barroco y en el Renacimiento, aunque en este periodo abunda la música militar interpretada con este instrumento. Luego, en el Romanticismo, salvo excepciones, como Schumann, casi no existió. En el siglo XX, sin embargo, resurgió con gran fuerza y hay un repertorio importante.

--Ahora alterna sus conciertos con la docencia.

--He sido muy afortunado porque me gusta enseñar y lo hago en una escuela de élite como la Escuela Superior de Música Reina Sofía en Madrid, donde doy clases a cinco o seis alumnos.

--Viniendo de un país de tradición musical como Alemania, ¿le sorprendió la falta de esa tradición en España?

--En realidad, no vivo en España. Vivo en Bavaria y vengo cada tres semanas a dar las clases y a dirigir orquestas. Pero sí he comprobado que el interés por la música en España es grande y la calidad de sus intérpretes aumenta.

--¿Y cómo se produjo el paso a la dirección de orquesta?

--En 1995 empecé a dirigir en Italia y ya no paré. En el 2001 tuve que decidir por volcarme en la dirección, que se convirtió en mi segunda profesión.

--¿Qué cualidades tiene como director?

--Uno debe tener una preparación perfecta y motivar a los músicos en un sentido positivo y de colaboración. Yo recuerdo que he sentido la alegría de tocar con aquellos directores que transmitían ese sentido positivo, como Harnoncourt o Claudio Abado.

--Para su concierto en Extremadura ha elegido a Mozart y Bruckner.

--Me gusta tocar a Mozart, es como un genio fuera del mundo, en relación a otros como Haydn o Beethoven, que están más pegados a la tierra. De Bruckner he escogido una sinfonía poco interpretada, pero muy fuerte, que hemos conseguido dominar después de dos días de ensayos.