Sí, aprendí a colarme en el metro. Una catalana me explicó en un garito berlinés de 'heavy metal' cómo reciclar los billetes para engañar al revisor. Una gallega me descubrió otro método que implica papel de fumar.

He aprendido cosas más productivas, como que el ser humano se adapta increíblemente bien a las nuevas circunstancias. Cómo no, el hombre es el único animal capaz de vivir en el Polo Norte y en el desierto del Sáhara.

Pero eso no quiere decir que no echemos de menos nuestra casa. Añoramos nuestro hogar y los españoles quizás aun más. El clima y sobre todo la forma de relación social, tanto con la familia como con los amigos, resultan difíciles de encontrar fuera de nuestras fronteras. Quizá por eso los españoles tendamos al "gregarismo", como me comentaba Luis en la primera entrevista que hice en Berlín. Se entiende y es algo que debemos evitar si queremos aprender alemán. Y parecía que no, pero al final sí que he aprendido un poco de alemán. 'Nur ein bisschen', porque el alemán es un idioma que requiere una perseverancia de hierro para dominar todas sus capas.

"La vida es demasiado corta para aprender alemán", me comentó Seba mientras cocinaba una pasta al tofu que me convidó de buen grado. Seba --y María, Gina, Markus ...-- son el ejemplo de que los clichés en Alemania no se cumplen en todos los casos. Miguel Angel , el corresponsal de TVE, me soltó una frase de esas que sirven de titular: "en Alemania se me han confirmado todos los estereotipos y se me han caído todos". Y es cierto. He corroborado que cualquier generalización denota ignorancia. Me he encontrado con alemanes que efectivamente no pillaban la ironía ni aunque se la subtitularas, pero también me he cruzado con germanos muy graciosos.

XES VERDADx que su humor suele ser diferente, algo más blanco y desde luego más directo, como casi todo lo que hacen, pero es humor al fin y al cabo. Aquí en Alemania además he aprendido a no andarme por las ramas. Los alemanes, me contó Laura , de Rostock, consideran una ofensa que no vayas al grano cuando les transmites un problema.

También he aprendido que los alemanes sienten, por supuesto. No son tan cabezas cuadradas como los representamos desde España. Lo que no quiere decir que muchos de ellos expresen sus sentimientos como lo haríamos nosotros. Suelen enfrentar la adversidad con estoicismo. Se quejan poco y tiran para adelante intentando no implicar a los que tienen alrededor. Y a veces exigen lo mismo.

He descubierto que algunos alemanes nos envidian. Una envidia de admiración. Están orgullosos de su efectividad a la hora de trabajar, pero íntimamente, en muchas ocasiones, desearían ser como nosotros. Tener nuestra espontaneidad, nuestra bravura y nuestra vena artística. Temen saber cómo trabajar pero no cómo vivir de verdad, y quizá por eso hay quien se defiende acusándonos a nosotros de lo contrario. Y aquí podría entrar un viceversa. En cualquier caso, los españoles somos los inmigrantes más apreciados en Alemania. Y no solo en temas laborales: "recuerdo a un rumano que en las fiestas estudiantiles nos pedía complicidad para hacer creer a las mujeres que él era español", ejemplifica Juan Gómez , corresponsal de 'El País', en una entrada de su blog.

XMERKEL NOSx está exigiendo el oro y el moro en España, pero también es cierto que en Alemania, todavía, somos bienvenidos. Hay españoles viviendo del sistema social alemán, beneficiándose de ayudas, cursos gratuitos de idiomas, becas y complementos al sueldo. Lo que no quiere decir que esto sea fácil. "Pase lo que pase, aquí siempre vas a ser un extranjero", me confesó Xavier . Extranjero cuando vas a comprar el pan, cuando tienes que ir al 'jobcenter', cuando no sabes pronunciar una calle, cuando te encuentras con una palabra como 'Anmeldung'.

Aquí he aprendido, al fin, que los españoles que venimos a Alemania no somos unos aventureros, sino unos supervivientes. Aterrizamos en esta isla centroeuropea y nos buscamos la vida. Recordamos nuestra tierra e intentamos ser felices.