En un saco de pienso para ganado, tirada en un contenedor de basura de la Dehesilla de Calamón, en Badajoz. Así es como encontraron en el 2013 a la galga Lena. «Estaba muriéndose, inconsciente. La habían golpeado en la cabeza con un azadón, y destrozado un ojo, la dieron por muerta», cuenta María Manglano, presidenta de Adana. «Pero estos perros, los galgos, son durísimos, han tenido que sobrevivir años y años en condiciones espantosas, utilizados como herramientas. España es el único país europeo donde aún no está prohibida la caza con galgos», añade, al tiempo que asegura que el suyo es solo «un caso más, uno de los 50.000 más que se suceden año tras año en España, una vergüenza».

Lena consiguió sobrevivir y desde la protectora denunciaron lo sucedido. El Seprona investigó a un galguero de la urbanización, «pero finalmente no se encontró a su maltratador, como en el 90% de los casos en los que el perro no tiene chip». Tras esta experiencia, el animal tenía «pánico» a los humanos, lo que le llevó a aprovechar un descuido para escapar de su casa de acogida y estar un mes desaparecida. «Finalmente conseguimos rescatarla con muchísimo esfuerzo» —su miedo impedía acercarse a menos de cincuenta metros de ella—. «Tras meses acogida en mi casa, se recuperó de sus heridas físicas y psíquicas y de sus enfermedades, ya que tenía leishmania y erliquia, y se fue adoptada a Italia donde vive feliz con su familia».