Nadie lloró la muerte de Antonio Izquierdo, el último de los cuatro hermanos que protagonizaron la matanza de Puerto Hurraco el 26 de agosto de 1990. Su cuerpo, que no fue velado por nadie, fue trasladado de la cámara frigorífica del tanatorio de la Soledad al cementerio de San Juan Bautista, donde minutos antes de las doce del mediodía recibió sepultura, sin responso ni flores.

El coche de la funeraria La Extremeña llegó solo y a las puertas del camposanto únicamente le esperaban los enterradores y una veintena de periodistas, para hacer su trabajo.

Antonio Izquierdo fue enterrado a golpe de pala en la tumba número 91 del departamento 1. Sólo un número dejará constancia de su existencia, una existencia que causó mucho dolor y sufrimiento: 9 personas muertas y 6 heridas.

La tierra fue desdibujando el ataúd, hasta ocultarlo, y con él también sepultó la historia más negra de Puerto Hurraco.

El suicidio del último de los Izquierdo, a los 73 años, el pasado sábado en su celda del centro penitenciario de Badajoz, tras 20 años de reclusión, puso fin a una historia de horror.

Nadie se hizo cargo del cuerpo, por lo que Instituciones Penitenciarias tuvo que afrontar los gastos, traslado del féretro y caja, un servicio que ronda entre los 800 y los 1.000 euros.

Al ser el último en fallecer, sus restos descansarán lejos de los de sus hermanos y coautores de la masacre, Emilio, Luciana y Angela, que yacen en el cementerio de Mérida. Antonio no dejó nada decidido sobre su sepultura, "por eso se entierra en el sitio más cercano al lugar del fallecimiento", según José Antonio Hernández, gerente de la funeraria La Extremeña, quien recordó que hace 20 años "enterramos a algunas de las víctimas de la matanza".

A los Izquierdo sólo le quedan dos sobrinas en Cabeza del Buey, hijas de su hermana Emilia, que falleció dos años después de lo sucedido por una enfermedad.

TIRAR LA CASA El entierro de Antonio "cerró el ciclo", según Felicidad Benítez, una de las víctimas del odio y el rencor que los Izquierdo sentían hacia Puerto Hurraco, y concretamente hacia Antonio Cabanillas, al que le mataron dos hijas de 14 y 13 años. Su otra hija, María del Carmen, que trabaja en la Mancomunidad de Municipios de la Serena, en Castuera, no ha querido hablar de este tema.

Felicidad Benítez tiene vivienda en Puerto Hurraco, a donde vuelve dos o tres veces al año desde Zarautz, su ciudad desde hace 40 años. A su familia le alcanzaron los disparos de los Izquierdo aquel agosto de 1990, "porque estábamos en el pueblo de vacaciones y aquella noche íbamos a cenar a Zalamea". Mataron a su marido, a su hermano y dejaron a su hijo en silla de ruedas.

Aunque los vecinos de esta pedanía de Benquerencia de la Serena prefieren mantener silencio sobre este suceso que empañó sus vidas, esta mujer cree que "Puerto Hurraco ya está curado de espanto" y propone "para mayor tranquilidad de los vecinos", que tiren la casa de los Izquierdo, que está a la entrada del pueblo, tapiada y caída desde hace más de 20 años, porque ellos vivían en Monterrubio, "y hagan un aparcamiento, que hace mucha falta".

Según otro vecino, "aquí la gente tiene eso superado, aunque se empeñan los medios de comunicación en que no sea así".