Enero de 1937. Siete meses después del alzamiento militar, la imagen de España era la de un país dividido por la guerra civil aunque su historia podría haber tenido un signo muy distinto de haberse perpetrado un atentado contra el general Franco, en el que se vieron involucrados cuatro extremeños.

El asesinato estaba previsto en Salamanca, donde las tropas nacionales habían instalado su cuartel general en la sede del palacio arzobispal. Tras asumir la Jefatura del Estado Español en Burgos, Franco elige la capital salmantina como el verdadero centro de poder de los sublevados. El generalísimo prepara allí su asalto a Madrid tras el fracaso en el asediomilitar a finales de 1936.

Según el trabajo de investigación del historiador José Luis Gutiérrez --que dirige la Universidad de Extremadura--, la conjura había sido orquestada en zona republicana y tenía como cabecilla a un joven mecánico catalán de 29 años, Jaime Ral Banús. Este había llegado a Salamanca para rellenar de explosivos el alcantarillado y las tuberías de la sede episcopal. Un trabajo que había iniciado y no llegó a culminar. Para hacer volar el bunker del caudillo tenía asignado un presupuesto de 100.000 pesetas que resultó insuficiente.

Ante la imposibilidad de acometer el plan íntegramente y en espera de nuevas órdenes, Jaime Ral se internó en Portugal para, desde ahí, adentrarse en zona republicana por Extremadura. Su intención era llegar a Don Benito para así garantizar su vida y poder reiniciar el complot.

En la documentación del Archivo de la Administración General del Estado se recoge que los contactos extremeños se iniciaron en Miajadas, ya ocupada por las tropas nacionales. El enlace que tenía establecido era Juan Francisco Conde Hortet, un vigilante de una finca de quien el joven catalán se valía para pasar correspondencia a zona republicana y no perder el contacto con el resto de los ideólogos del atentado. La versión oficial de los hechos señala que Conde Hortet se puso al habla con un vecino de Santa Amalia, Francisco Minaya Morcillo, quien utilizó a su mujer María Casado y a su suegra, Serapia Carmona, para ocultar al cabecilla del atentado hasta que pudiera pasar a zona republicana.

Según consta en la causa del Consejo de Guerra seguida contra los cuatro extremeños, tras su paso por Santa Amalia, Jaime Ral y el enlace miajadeño fueron descubiertos cuando intentaban pasar a territorio bajo control del ejército republicano. En el trayecto entre Santa Amalia y Valdetorres, los dos fueron sorprendidos por fuerzas de caballerías pertenecientes a unos escuadrones destacados en Guareña.

Los detenidos fueron llevados ante Manuel Carracedo Blázquez, capitán de la Guardia Civil y responsable del Servicio de Información y Policía Militar dependiente del cuartel general de la 21 División. En el momento de la detención, Ral y Conde iban perfectamente uniformados de falangistas, lo que alertó a los agentes de la Benemérita que realizaban el control en la zona fronteriza entre ambos bandos.

Como documentación, los detenidos presentaron unos carnet de Falange -- a nombre de Emilio Velasco Olivares, según consta en el Archivo del Centro Penitenciario de Badajoz--, expedidos en Villanueva de la Serena. Las características de la acreditación, y el poco uso que se le había dado, levantó las sospechas sobre los dos supuestos falangistas, quienes fueron enviados a la cárcel de Almendralejo, donde quedaron incomunicados y sometidos a continuos interrogatorios.

El capitán Carracedo llevó a cabo la investigación. El guarda de finca de Miajadas no superó la presión de los interrogatorios y unos días después de su detención apareció ahorcado con un cinturón. En la celda, junto al cuerpo sin vida, se encontraron unas notas que descubrían la trama y las personas implicadas.

UNAS NOTAS MANUSCRITAS

Esta declaración manuscrita posibilitó la detención de los tres vecinos de Santa Amalia implicados en la conjura contra Franco: Francisco Minaya, María Casado y Serapia Carmona. La versión oficial los inculpaba de su participación en el fallido atentado contra el generalísimo por ocultar en su vivienda al que iba a ser ejecutor del golpe contra la cúpula militar de las tropas nacionales en Salamanca. Una realidad muy distinta a la que defienden los familiares de los tres detenidos en esta localidad.

Minaya era también vigilante jurado de una explotación agraria cercana a su pueblo.

Tras conocer la muerte del enlace extremeño, el interrogatorio del ideólogo catalán del atentado cambió de sentido y desveló las claves del plan para asesinar a Franco. La organización del atentado se había hecho en Valencia, con diversas ramificaciones por toda España y sien