«Se juntan a veces 10 o 12 camiones en la explanada que tenemos fuera», dice Lorenzo Pino, del restaurante Hermanos Méndez, ubicado a los pies de la Ex-100, en Puebla de Obando, a medio camino entre Cáceres y Badajoz. «Yo llevo aquí siete años de encargado y, sobre todo en los últimos dos, hemos notado que ha subido mucho el tráfico, principalmente de camiones. Lo más habitual es que transporten ganado o leña. Hay algunos que vienen de Portugal o de otros países. Los conductores paran y cenan, pero ya la mayoría no se hospeda porque duerme dentro del vehículo», añade.

La descripción que hace Lorenzo Pino evidencia que esta carretera, de un solo carril para cada sentido y con tramos donde es necesaria mucha precaución, soporta un alto tráfico diario y hace que los casi 90 kilómetros que separan las dos capitales de provincia se conviertan, con frecuencia, en un largo camino. De hecho, muchos conductores optan por ir hasta Mérida y desde ahí a destino, ya que es la manera de circular siempre por autovía, aunque supongan en torno a 40 kilómetros más.

De este modo, conectar Cáceres y Badajoz por carretera de forma más eficaz es uno de los principales argumentos. Y así consta en el último informe del Consejo Económico y Social de la comunidad (CES), titulado Las infraestructuras en Extremadura, donde se considera una «necesidad prioritaria» la autovía Cáceres-Badajoz, que discurriría paralela a la actual Ex-100.

«Las infraestructuras son imprescindibles para el correcto desarrollo de la región y requieren, por tanto, una especial atención por parte de las distintas administraciones», subrayan desde el CES.

Demanda histórica

La reconversión de esta carretera es una de las grandes demandas de la comunidad. A principios de marzo, por ejemplo, el pleno de la Diputación de Badajoz aprobó por unanimidad una moción a favor de la construcción de la esperada autovía.

Lo cierto es que la obra se incluye en el Plan Estratégico 2016-2030 de la Junta, pero sin una fecha clara y sin presupuesto. Serían cientos de millones (se calculan más de 500) que, se espera, aporte el Gobierno central según un protocolo que está firmado desde el año 2010.

No obstante, también hay voces que se oponen a su construcción, como las asociaciones ecologistas, que consideran que dañaría seriamente el ecosistema de la sierra de San Pedro. O el propio encargado del restaurante Hermanos Méndez: «Nosotros vivimos de ese tráfico diario, ¿cómo podríamos tener aquí cinco o seis empleados si nos los quitan? Nos perjudicaría mucho», asegura Lorenzo Pino, que aporta otra perspectiva.