El centro nació en 1975, dos años después de que echase a andar la Universidad de Extremadura y se sigue llamando ITI. En 1991 se incluyó la ingeniería superior y desde entonces se denomina Escuela de Ingenierías Industriales. Ese año fue clave porque aparecieron grupos de investigación "bastante fuertes" y desde entonces "tiene el empaque que tiene ahora", defiende su director, Francisco Quintana.

El gran cambio llegó con Bolonia. Esta escuela ofrece tres grados: de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y en Electrónica. Hace unos meses se aprobó para que funcione el próximo año el Máster de Ingeniero Industrial.

Los másteres son de Energías Renovables, en Seguridad y Salud Laboral, de Investigación (de un año, compartido con Ingenierías Agrarias, la Politécnica y Mérida) y el último que se ha incorporado es en Ingeniería Biomédica, con Ciencias y Medicina. Su evolución está siendo desigual. El de Energía Renovables está atravesando un momento difícil debido al problema con las primas. El de Salud Laboral es muy demandado. En esta escuela se ofrecen además títulos propios: como el curso de Gestor Integral de Proyectos y de la ITV, muy demandados. Para el primero hubo 40 plazas; 4.000 euros la matrícula y en 4 minutos y 17 segundos por internet se ocuparon.

La escuela tiene unos 1.200 alumnos: 1.000 son de Bolonia, 120 de másteres y sólo un 13% son de los planes antiguos, que ya no tienen docencia y sólo van a examinarse. Los tres accesos a la escuela ofrecen el mismo número de plazas (75) y todas se llenan en junio. Mecánico es el más demandado (178 en lista de espera). Quintana reconoce que para "aguantar" en estas carreras hay que ser muy buen estudiante. "Un chaval que entre aquí tiene que ser Notable en Matemáticas, Física, Química y Dibujo, prácticamente todas las asignaturas del Bachillerato", recalca.

Y eso tiene su reflejo en el mercado laboral. Casi todos los alumnos encuentran trabajo. Un dato: hace 8 o 9 años se redujo la demanda en las ingenierías por la fama de dificultad, pero en la actualidad "dicen que prefieren ITI aunque les cueste algo más porque saben que tiene salida". Pero Quintana apostilla que "ha cambiado la estructura". Antes eran funcionarios al día siguiente o entraban fijos en una empresa "y a algunos los fichaban antes de leer el proyecto". Ahora los contratos son más precarios y además "tienen que moverse" y muchos se van fuera del país. Los colegios profesionales, que son muy fuertes, están intentando atraer a los jóvenes españoles para que monten en España empresas relacionadas con lo que han aprendido en el exterior.

Quintana defiende el alto nivel de esta escuela, que se confirma en los estudios comparativos con otras universidades, pero detecta una deficiencia: el idioma, pues en otros centros la enseñanza es bilingüe, "ya que los alumnos se van a tener que mover en cuanto acaben". Para poder implantarla, el director apunta que habría que aplicar algún incentivo al profesorado.