Hace 30 años, Juan Carlos Gómez Roldán (Madrigalejo, 1957) cambió la Politécnica de Cáceres por un incipiente Infoex. Dejó las clases de Álgebra y Cálculo en la universidad por el trabajo de prevención y extinción del incendios; las aulas por el campo, donde como Ingeniero de Montes que es ansiaba estar. Y allí, en el monte, ha vivido los incendios de Valencia de Alcántara y Hurdes del 2003 (los más devastadores desde que se tienen registros en la región ), el de Gata (2015) que aún está en la retina de los extremeños, pero también el que el año pasado dejó más de 40 muertos en Portugal; coordinando, en primera línea, con varias emisoras a su alrededor hablando a la vez, camiones y helicópteros dando vueltas, el vecino que grita, y el fuego acechando.

--¿Es posible pensar con frialdad en la vorágine de un incendio?

--Con el tiempo y con muchos incendios vividos, sí. Supone un esfuerzo conseguirlo, pero si no estás tranquilo tú, no lo estarán todos los que dependen de ti.

--¿Cómo acaba un profesor de Álgebra de la universidad en la gestión de incendios?

--La universidad no era mi vocación, así que cuando me ofrecieron entrar en lo que antes era un apéndice del Servicio Forestal para la gestión de incendios, no me lo pensé, porque como Ingeniero de Montes, mi sitio estaba en el monte. Fue a mediados de los 80 y entonces los incendios tenían mucha menos relevancia que ahora.

--¿Por qué aceptó en 2011 convertirse en el responsable del Infoex?

--Había dicho que no varias veces y vi que en ese momento tenía ya la preparación para asumir la responsabilidad de todo el plan y de todo el servicio, porque es un servicio complicado. Cuando se habla del Infoex, la gente piensa en la extinción, pero hay mucho más. Es un servicio con mil personas distribuidas en cien centros de trabajo diseminados por toda la geografía regional, además de 200 vehículos, cada uno con sus averías, su mantenimiento y sus ITV. Y los cometidos también son variados, porque aunque el más vistoso es la extinción, todo el año se trabaja en la prevención, algo fundamental.

--¿Es cierto eso de que los incendios se ‘apagan’ en invierno?

--Los incendios se apagan en verano. Pero en invierno hay que tratar de preparar el monte para que en verano podamos tener más oportunidad de apagarlos. Siempre, y más cuando sucede una desgracia, se habla mucho de esa prevención de quitar biomasa del monte, de hacer infraestructuras para poder penetrar con los medios de extinción. Y esa es labor es importante y hay que invertir en ella, planificarla y priorizarla, porque así podemos disminuir el tamaño de los incendios y tener más opciones de apagarlos. Pero hay otra faceta de la prevención de la que se habla menos, y no es menos importante y sí mucho más económica, que es intentar que haya menos.

--¿Cómo se consigue eso?

--Si vemos las causas de los incendios, la mayoría se producen por negligencias en el campo, como una línea eléctrica en mal estado, actividades con maquinaria agrícola o industrial... Y solo una pequeña parte son intencionados o por causas naturales como un rayo. Eso significa que hay que educar en la prevención.

--¿Falta concienciación entonces?

--Poco a poco se va consiguiendo, pero hay que incidir, fundamentalmente en los colegios; porque si tú conciencias al niño, ya se encargará él de que su padre tenga cuidado. Y en el mundo rural es fundamental que agricultores y ganaderos tengan esa conciencia.

--¿Con este verano atípico estamos los ciudadanos más relajados en la prevención?

--En los años en los que ha llovido mucho y hay mucho combustible, como ha pasado este año, la gente, especialmente la del campo, suele tener más cuidado y, eso supone que hay menos incendios.

--La advertencia sobre el uso de maquinaria agrícola este año no ha estado exenta de polémica.

--Pero paradójicamente, aunque generó un debate, han aumentado exponencialmente el número de declaraciones responsables. La orden de Peligro Alto de Incendios establece que en los días de peligro extremo hay determinadas horas en las que hay que parar la maquinaria, y hay que hacer una declaración responsable para trabajar, pero no se han hecho hasta a que este año se ha dado publicidad al tema. Generó debate, pero ha funcionado.

--Dicen que la tendencia es que los incendios sean menos frecuentes pero de mayor envergadura por el calentamiento global y el abandono de las actividades agroganaderas.

--El año pasado se batieron récords mundiales en temperaturas; eso es un hecho. Y el abandono del campo es una realidad, sobre todo de los aprovechamientos tradicionales que permitían que los núcleos de población de las zonas rurales estuvieran muy protegidos con olivares, viñas, ovejas… Así era muy difícil que el fuego llegara a los pueblos. Pero hoy los cultivos están más abandonados y los pueblos son mucho más vulnerables.

--En Grecia han muerto esta semana más de 80 personas en varios incendios simultáneos.

--Lo que ha pasado en Grecia es una auténtica tragedia. El problema es que el abandono del aprovechamiento tradicional de las leñas está teniendo como contraposición el poblamiento de zonas forestales con casas, cada vez más. Llenamos el monte de casas y al final creamos una interfaz entre forestal y urbana, en la que los incendios son realmente peligrosos. En el fondo ya no son incendios forestales, son muy difíciles de atacar por la presencia de casas y se producen situaciones tan tremendamente caóticas como las que hemos visto.

--¿Algo así se podría dar en Extremadura?

--Afortunadamente, en Extremadura no estamos en esos niveles de poblamiento en zonas forestales, y espero que no lleguemos a estarlo. Pero es cierto que cada vez hay más viviendas aisladas en el campo.

--¿Pero la legislación no impide que ese tipo de viviendas puedan proliferar sin orden?

--Es un problema de ordenamiento urbanístico en el que no puedo entrar. Nosotros lo que sí hacemos es regular la prevención de ese tipo de zonas exigiendo que viviendas, campings o campamentos tengan un plan de autoprotección, un plan para defender esas infraestructuras ante un fuego. Vamos poco a poco.

--¿Cuál es el peor momento que recuerda como integrante del Infoex?

--El año 2003. Los momentos más complicados suelen ser las olas de calor, sobre todo si duran más de una semana, porque se provocan incendios grandes. Y eso pasó en 2003. Veníamos de un año con una primavera generosa en lluvias, con mucho pasto y en el que de repente nos entró una ola de calor que se mantuvo en el tiempo y generó tormentas secas. Entre finales de julio y principios de agosto comenzó a haber grandes incendios, entre ellos el que llegó desde Portugal y afectó a la zona de Valencia de Alcántara y el que vino diez días después por Salamanca y afectó a la zona de Hurdes. Fue la peor época en la historia del Infoex y fueron los incendios más graves en Extremadura desde que hay registros estadísticos.

--Pero parece que el que ha marcado un punto de inflexión ha sido el incendio de Gata de 2015.

--Es el que está en el recuerdo, pero para el Plan Infoex no ha sido un punto de inflexión, aunque es cierto que, quizás a nivel técnico, se han implementado con mayor celeridad mejoras. El Plan Infoex moderno empieza en 2003, cuando de verdad se ve desde la Junta que hay que mejorar. Estaba la estructura básica, pero entonces se decidió que la gente que trabajaba solo en verano tenía que trabajar durante todo el año, porque de esa forma se podría formar mejor al personal, hacer tratamientos preventivos, tener una estructura de servicio. Antes, los pocos retenes que había se cogían del PER agrario y se iban cambiando cada quincena. No se podía dotar a esas cuadrillas de equipos de protección cada 15 días, no se podía dar formación; apenas teníamos tres o cuatro camiones y no había medios aéreos. Y hoy tenemos un Plan Infoex que es ‘de lo mejorcito’ a nivel nacional, y no por tener más medios sino por ser más eficaces.

--¿Y cuál es la clave de esa eficacia?

--Los trabajadores. Es lo que nos distingue de los planes de otras comunidades, porque acumulan una mezcla de experiencia y conocimiento, con una inyección de renovación de la gente que va entrando. Conocen muy bien el incendio y luego está la mecanización; como los bulldozer y los medios aéreos, que son los más espectaculares, y es cierto que sin ellos no apagaríamos determinados incendios.

--¿El proyecto Mosaico es la solución para prevenir grandes incendios?

--No hay una solución definitiva. Hay muchas cosas que ayudan, entre ellas, los cortafuegos, el pastoreo, los cultivos en mosaico, los medios, la investigación, la vigilancia, la disuasión… No hay una formula mágica para prevenir los grandes incendios. Pero es cierto que es un proyecto interesante.

--¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza cuando salta una alerta?

--Pienso en el lugar en el que es el incendio. Quiero saber el sitio exacto y la situación meteorológica allí, especialmente respecto al viento y la humedad. Es importante, porque dependiendo de todo eso hay más o menos posibilidades de que se convierta en un incendio grande.

--¿Y esa información la tienen al alcance de forma inmediata?

--Gracias a la tecnología. Este año tenemos en los diez primeros minutos del incendio, una simulación que nos indica cómo va a evolucionar ese fuego en las tres próximas horas. Esa simulación la tiene inmediatamente en su táblet el director de extinción en el incendio y en ella le indicamos, además, dónde están los puntos vulnerables como casas o cámpings, y dónde tiene una oportunidad de extinción porque hay un camino o un cortafuegos. Sabe de forma inmediata dónde hay que situar los medios, aunque luego haya que ir actualizando la información.

--¿La tecnología cambia la forma de afrontar los incendios?

--Nos ayuda, es cierto. Pero lo que nos diferencia es el equipo humano.

--¿Cuánto hace que no se va de vacaciones en verano?

--Mucho. Pero me voy en otoño o primavera, no pasa nada.