ES LICENCIADO EN MEDICINA POR LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA. ESPECIALISTA EN MEDICINA FAMILIAR

PRESIDE LA ORGANIZACION MEDICA COLEGIADA DESDE ABRIL DEL 2009. ANTES FUE SECRETARIO DESDE 2002

Está cumpliendo el compromiso que se marcó cuando no hace aún un año ocupó el cargo de presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos y ayer le tocó visitar a sus colegas de Cáceres, donde se reunió con la junta del órgano provincial y la comisión deontológica como lo hará con los 51 colegios restantes. Además dio una conferencia sobre el futuro de la profesión.

--Pregunta obligada: ¿faltan médicos?

--La capacidad de médicos que producimos es suficiente para los que necesitamos, para mantener la calidad y poder ofrecerles un trabajo. La profesión está extraordinariamente valorada y hay una gran demanda de gente que quiere estudiar medicina y por eso la nota de acceso es alta, de un nueve. Esto provoca la necesaria limitación del número de médicos porque tenemos una capacidad limitada para formarles y ponerlos a trabajar, no queremos médicos formados en una despensa.

--¿Por qué ese eterno debate?

--Esta profesión siempre y cuando la muerte siga existiendo nunca va a dejar satisfecho a todo el mundo. Siempre queremos más médicos. Pero esto es una quimera. Creo que tenemos un buen sistema sanitario, que tiene déficit, pero es normal porque no hemos resuelto el gran problema que es que tememos a la muerte y a la enfermedad. En número de médicos nuestro país está a la cabeza del mundo, otra cosa es el uso que se haga de ellos y cómo están distribuidos.

--Entonces hay dificultades.

--Es verdad que en algunos sitios por falta de planificación hay déficit de especialidades para hacer ciertas cosas que gustan menos a los médicos, pero no encuentras un solo déficit en una plaza de provisión definitiva. Lamentándolo mucho llevamos diez años que todos los años prueban fortuna fuera de España entre el 18 y 23% de todos los facultativos que salen licenciados. Este año pasado se fueron más de 700 de nuestros colegas. La única manera de saber el déficit de médicos es creando un registro autonómico y estatal de profesionales, su especialidad y ubicación, como estableció por unanimidad el Parlamento hace siete años en la Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias. Esto no se ha hecho aún, es necesario y en una semana estaría listo. Probablemente no se hace porque no se quiere hacer.

--Pero los médicos ya están registrados porque la colegiación es obligatoria ¿no?

--Es obligatoria para ejercer de médicos, pero hay cuatro comunidades incluida Extremadura --Andalucía, Asturias y Canarias-- que en su momento determinaron que para el sistema público no lo iban a exigir. Este tema está aún en el Tribunal Constitucional, que lleva nueve años pensándolo para decidir si es o no procedente. Es una forma de ocultar la realidad, porque así se pueden contratar médicos que nosotros no podemos supervisar. Ahora están registrados los datos de los colegiados pero no su dedicación y ubicación.

--Hay médicos que prueban fortuna fuera y otros que viene a cubrir esta ausencia. ¿Sería una opción aumentar la formación?

--Aumentar las plazas es complicado. Con las 6.000 plazas que hay ahora y probablemente lleguen a las 7.000 tenemos más que suficiente para reponer nuestras necesidades. Hacer más médicos es una desesperación porque a qué se van a dedicar. La sanidad pública emplea en España al 50% de los médicos que salen. No se puede hacer más médicos para que se vayan a trabajar fuera con lo que cuesta formarles y no puedes hacer más para tenerlos en una despensa. Lo que hay que hacer es que se queden en aquí y redistribuirlos bien.

--¿Qué otros problemas tienen?

--Muchos. La homologación de títulos no se acaba de ajustar y no es equiparable o el gran pacto por la sanidad que debe ser suscrito de una vez por todas. La sanidad no puede ser motivo de debate político.

--¿Cómo ve la profesión de aquí a diez años?

--Con un excelente porvenir. Sin trabajo no nos quedaremos, pero siempre habrá debates. Ahora estamos intentando recuperar los valores tradicionales para que no decaiga el compromiso que tenemos por encima de un contrato.