Poco a poco la justicia equilibra la balanza de la igualdad. Aunque lenta, la foto de familia monopolizada por hombres de hace unos años cambia el rostro y las mujeres aceleran el paso en las salas de juzgados y en los despachos en Extremadura. Carmen Romero y Vanesa Pérez forman parte de esa instantánea. Las dos viven realidades paralelas como juezas en la región. La primera es magistrada del contencioso administrativo número dos de Mérida y la segunda, encabeza el juzgado de lo Penal número dos de Cáceres.

Las dos han recorrido el mismo camino por vocación. Sin abogados ni jueces en casa y un posible poso de Perry Mason, Romero se decantó por la cara de la toga -la cruz era periodismo- y lleva casi treinta años en los juzgados. Pérez, la mitad. Ambas siguieron pasos idénticos: aprobaron la oposición, acudieron a la escuela judicial en Barcelona y fueron haciendo paradas en sedes del país hasta que llegaron a Extremadura. Por contra a su generación anterior, cuando ellas accedieron la presencia de mujeres en todos los ámbitos de la carrera judicial era más que habitual.

Reconocen que cuando empezaron derecho las facultades ya acumulaban en sus aulas tantos hombres como mujeres. Eso sí, Romero confiesa que cuando empezó a ejercer con 25 años tuvo que defender su puesto ante sus compañeros que cuestionaban su valía por partida doble: ser joven y por supuesto, ser mujer. Tras esa defensa por partida doble ante las salidas de de tono de sus homólogos hombres en sus inicios ninguna de las dos recuerda ningún episodio de desprestigio y añaden que Extremadura completa las aspiraciones de respeto dentro de sus juzgados. Ambas comparten la realidad con sus otras 58 compañeras. Ellas forman parte del centenar de magistrados de la región y según el último informe del Consejo General del Poder Judicial por primera vez superan en número a sus compañeros jueces. Las mujeres representan ya un 54% de los magistrados que ejercen en Extremadura. Esta misma línea sigue el país en el que las mujeres juezas son mayoría en prácticamente todas las comunidades salvo en cuatro regiones, Aragón, Castilla y León, Murcia y Navarra.

De acuerdo al informe, esta presencia de mujeres crece en tramos generacionales. No hay ninguna en el espacio de los 61 a los 70 años. De los 51 a los 60, son un 41%, de los 41 a los 50 ya superan la mitad y alcanzan un 60% y de 31 a los 40, superan el 65%. La cifra realmente reveladora figura en el tramo de los 20 a los 33 años en los que hasta un 80% de los magistrados que ejercen son mujeres. Esta diferencia en tramos de edad provoca que la media de las mujeres jueces esté en los 43 años frente a los 49 años de los hombres. La misma tendencia sigue el país. Aunque de 5.637 jueces en activo, 2.827 son mujeres, el equilibrio entre los dos sexos desaparece cuanto más avanzado es el tramo de edad. De los 2.456 jueces que tienen entre 51 y 72 años -la edad máxima para jubilarse- solo un 39% son mujeres.

Sin mujeres en la ‘foto’

Tanto las dos magistradas destacan que esa paridad ya se ha alcanzado pero inciden en la asignatura pendiente: la cúspide de la carrera judicial. «En la judicatura hay equilibrio, pero donde no se ha conseguido es en los altos cargos», incide Pérez. Las juezas son mayoría en los órganos unipersonales en los juzgados de lo penal, de menores, de primera instancia e instrucción (60%) y de violencia sobre la mujer (70%). Aún quedan pendientes los juzgados de lo mercantil (32%) y de lo contencioso administrativo (43%). En el caso de las Audiencias provinciales no llega a un 37% y en los tribunales superiores de justicia, un 36%. La Audiencia nacional mantiene una cifra similar, 37%, y donde la presencia de mujeres es más baja es el Tribunal Supremo, apenas un 13%.

Los propios colectivos como la asociación de mujeres juezas de España aplauden los datos pero inciden en este punto y alertan del techo de cristal que aún vive la profesión. La conciliación es uno de los puntos que entra a debate a la hora de optar por estos puestos de alto rango. «Es difícil conciliar por la carga de trabajo y porque es una profesión que exige una dedicación continua», añade Pérez, que tiene un hijo pequeño. Romero también es madre e insiste en la dificultades para compatibilizar. Asevera que «lo importante es tener libertad para decidir». Otra de las variables del debate son las cuotas. A este respecto mantienen una opinión favorable pero prudente. Pérez es partidaria de buscar una fórmula de equilibrio entre el mérito y las cifras de igualdad. Aunque también es partidaria de las cuotas, Romero es más tajante al respecto. «No quiero que meden una plaza porque tienen que dármela, si merezco el 100%, quiero el 100%». concluye.