Igual que lo fueron su padre y su abuelo, Julio Domínguez es apicultor. Un oficio al que ha dedicado más de la mitad de sus 54 años de vida. «En tiempos impartí cursos a través de la Dirección Provincial del Inem. Tenía unas trescientas colmenas, pero como hobby. Luego ya di el salto y monté una explotación con quinientas», rememora.

Actualmente tiene unas seiscientas colmenas repartidas por los términos municipales de Coria y Calzadilla. Este año había subido hasta las ochocientas, pero perdió algo más de un centenar en septiembre a causa de un incendió en San Martín de Trevejo. Otra cifra similar se malogró por el despoblamiento. «Es un problema que estamos sufriendo todos los apicultores: desaparecen las abejas y nadie nos da una solución real. Se habla de varias cosas, hace unos años de las ondas de los teléfonos móviles, luego de los insecticidas, pero no sabemos».

También lamenta que, tras «tres o cuatro años» que los precios permanecieron «en unos niveles que se podía mantener la apicultura», se ha llegado a una situación en la «que no es rentable, no cubrimos gastos», lo que se une a los «problemas de climatología y de depredadores» como el abejaruco, que hacen que no «estemos sacando las cosechas que deberíamos».

Del trabajo de apicultor asegura que, aunque sea «sacrificado, si lo llevas de forma profesional, eso no es ningún desencanto. Además, la mayor parte ya está mecanizado, no es como antiguamente», explica. «El riesgo más grande que tenemos en el sector apícola es que tenemos que andar de noche, por la trashumancia [se transporta las cajas de noche, aprovechando que las abejas están recogidas en sus colmenas]».

Fuera de la región, él lleva sus enjambres hasta los Lagos de Sanabria, en Zamora, y hasta municipios de Salamanca y Ávila. «Hasta la fecha yo no he tenido problemas. Voy a fincas que tengo trato familiar con los dueños y desde hace muchos años. Pero sí tengo compañeros que están sufriendo problemas muy serios, hasta de matarles las colmenas», señala.

Envasadora artesanal

Habitualmente produce en su explotación entre cinco y ocho mil kilogramos de miel, pero este año, que ha sido «muy malo» para todo el sector, la cifra se quedará bastante por debajo, en unos tres mil kilos. La miel se la entrega a Sierramiel, la cooperativa de Torrecilla de los Ángeles, aunque también proyecta poner en marcha a corto plazo una envasadora «en plan artesano» en Coria, donde reside.

Desde hace ocho años tiene registrada la marca comercial Familia Doar (por Domínguez y Arjona, su primer apellido y el de su mujer) para poder vender con ella sus productos y atender una demanda que, indica, empezó a aumentar a partir del 2014, cuando consiguió «el premio a la mejor miel oscura en la Feria Internacional de Apicultura de Caminomorisco».