En 1993, José María Valverde viajó a Extremadura, visitó su pueblo natal, Valencia de Alcántara, y se emocionó al recibir un tampón de caucho con su nombre porque años antes el claustro de profesores había decidido poner su nombre al instituto de bachillerato. Habían pasado ya varias décadas de su único regreso al lugar donde nació.

Lo recuerda el poeta Angel Campos, que aquel año invitó al escritor a una lectura poética al Aula Díez-Canedo de Badajoz, propiciando así un reencuentro emotivo. "No tenía fuertes raíces con Extremadura, pero sí con su infancia", afirma Campos. Ahora vuelve Valverde (su legado, el testimonio de quienes le conocieron) para que se le recuerde por ser quien fue en una exposición, que se inaugura hoy viernes en el centro San Jorge de Cáceres.

Junto a textos, cuadros, objetos personales o condecoraciones, se exhiben cartas manuscritas recibidas de algunos de los autores más importantes de su tiempo y fotografías de aquellos que fueron sus amigos o del propio Valverde en medio de la vida cultural y social de su tiempo.

Campos rescató en un artículo que publicó en 1996 en la revista de la Unión de Bibliófilos Extremeños un escrito del propio poeta, en el que este evoca su pasado en la región: "Mi infancia, en realidad es madrileña. Sin embargo, soy extremeño por los dieciséis costados: mi bisabuelo Valverde tejía y vendía paños en Valencia de Alcántara; mi bisabuelo Fructuoso Pacheco, en Cáceres, era llamado el Pantalonino , lo que sugiere que había dejado el calzón campesino por la prenda burguesa, pero yo soy "valentino" porque mi madre quiso llevarme a nacer junto a su madre. En 1935 estuve una temporada con los abuelos en Valencia de Alcántara --a mi abuelo, que no veía casi, le leía El Sol . Luego volví algún tiempo, al final de la Guerra Civil-- recuerdo que en casa se recibía el Hoy ".

COMPROMETIDO José María Valverde, que había nacido en 1926, murió en Barcelona poco antes del verano de 1996. Poeta, traductor, crítico, ensayista, pensador, quienes le conocieron han perfilado la figura de un hombre bueno, sabio, comprometido. Fue viajero, rebelde bajo el franquismo y bajo la democracia.

Renunció solidariamente a su puesto de profesor en la Universidad de Barcelona en 1965, cuando fueron expulsados Enrique Tierno Galván y José Luis Aranguren. Entonces se le atribuyó aquella frase escrita en la pizarra a modo de despedida: "Nulla aesthetica sine ethica. Ergo apaga y vámonos". Su marcha de España le condujo a Canadá y Estados Unidos, siempre dando clases. "De allí también se volvió porque no estaba de acuerdo con aquel régimen", afirma Montserrat Lavado, responsable de la exposición José María Valverde: Imágenes y Palabras .

La muestra se vio por primera vez el año pasado en la Universidad de Barcelona, en la que trabajó Valverde como profesor de Estética, con motivo de los diez años de su muerte.

Recorrido vital e intelectual, la exposición recoge los principales hitos biográficos de este extremeño que "solo al final de su vida quiso recuperar sus raíces", según Angel Campos.

Abandonó pronto Extremadura y rara vez volvió a ella. Llevó su vida a Madrid, donde estudió Filosofía y posteriormente a Barcelona y allí se enraizó de manera firme.

Recuerda Montserrat Lavado que en la capital de España, mientras era estudiante universitario, y con solo un diccionario al lado, tradujo la poesía del poeta catalán Joan Maragall. "Esta traducción al español es hoy tenida como referencia", afirma Lavado. Era una prueba del don de lenguas del escritor, que tradujo del alemán (su mujer Pilar Gefaell es de origen austriaco), del inglés, del italiano (en Roma residió entre 1950 y 1955). En 1991 recibió el Premio Nacional