Desde que los poderes culturales tuvieron conciencia del cine como herramienta de denuncia, lo disidente fue excluido del cine de masas.

A pesar de ello, hubo quien, desde los márgenes o directamente desde las alcantarillas lanzó pedradas en forma de películas contestatarias y provocadoras, entre ellos, directores abiertamente homosexuales: Pasolini, Warhol y Morrisey, John Waters, Fassbinder o el primer Almodóvar , los cuales retrataban a personajes "underground" casi siempre desde la diferencia y a su manera, orgullosos de ella.

Poco a poco el cine LGBT pasó a tener un aspecto reivindicativo que iba parejo con el activismo político que exigía derechos para el colectivo. Seguía siendo un cine minoritario, pero que a veces logró enseñar al mundo los problemas de homosexuales y transexuales, con la lucha contra el sida y la aceptación social como principales batallas.

Afortunadamente cada vez hay más personajes gays y lésbicos de carácter normalizador en el cine y a nadie le extraña verlos en películas y menos aún en series de televisión; nadie se pregunta qué pinta ahí si la peli no va de homofobia, armarios o VIH.

También proliferan películas orientadas a un público gay y lésbico que demanda imitaciones del cine comercial con final feliz (especialmente boda), con protagonistas guapos, elegantes, sin pluma, sin problemas ni ideologías.

PERO NO HEMOS de olvidar que sigue siendo imprescindible que, además de reír y echar la lagrimita con el último beso, el cine LGBT nos haga recordar los años de lucha para que estemos alerta por si esos derechos retroceden, que nos muestre que en muchos lugares del mundo (e incluso a veces aquí) somos víctimas de injusticias y que muchos de los nuestros siguen siendo considerados diferentes; y que, ese cine, nos haga levantarnos de la butaca y actuar.