La lluvia dio ayer una tregua a la Hermandad de la Pasión, que pudo resarcirse de tanta agua como la que le impidió salir el Lunes Santo luciendo bajo un cielo despejado el Encuentro de la Virgen del Rosario con Jesús de la Pasión entre claveles, rosas, gladiolos y camelias blancas. Aunque este año el momento más emotivo fue a su paso por las Carmelitas, donde las monjas de clausura abrieron las puertas convenientemente tapadas por los pasos para cantar la salve.

Precisamente a petición suya regresó esta vez la procesión a Santo Domingo por Las Claras y no por la calle Zapatería de manera que los cofrades detuvieron los pasos a la puerta de la iglesia. Ya a cara descubierta, explicó su hermano mayor, Jesús Esteban, porque celebrada la resurrección, "pasamos de la penitencia a la gloria". Aunque para penitencia, la de las 64 mujeres que cargan bajo el paso de la Virgen, de 1.200 kilos, y que sólo ven la luz del día en los relevos.

Todos a una, los más de 600 cofrades que desfilaron ayer, entre ellos más de cien niños, se despojan del caperuz una vez que los pasos se encuentran en la plaza Mayor. La Virgen llega por la calle Zapatería a los sones de la Banda Sinfónica Ciudad de Plasencia y el Cristo por San Esteban acompañados de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús Nazareno de Cáceres y al unirse arrancan los vivas y los aplausos, llueven las flores y se hace más evidente el aire andaluz que caracteriza a esta cofradía. "Con ella al cielo" gritan y las costaleras bailan a la Virgen, bajo palio y de un blanco escrupuloso, mientras los costaleros hacen lo propio con el paso de Jesús de la Pasión.

El regreso lo hacen ya juntos, pero de Santo Domingo vuelven a salir a media tarde para recogerse definitivamente en la iglesia de San Pedro con la esperanza de que la próxima Semana Santa, la lluvia no empañe todo un año de trabajo y puedan estrenar las cruces de Penitente que por segundo año no han podido ver la luz. Nunca llueve a gusto de todos.