Lola y Javier viven en una especie de día de San Valentín perenne desde que se conocieron hace tres años en un viaje a Torremolinos (Málaga) organizado por las federación de asociaciones de discapacitados Cocemfe. Eso fue el 2 de julio del 2007 y justo un año después, el 5 de julio del 2008, se dieron el sí quiero.

Los dos viajaron a la playa animados por familiares y amigos, porque a ninguno les atraía demasiado la idea y ninguno tenía intención de encontrar pareja, porque sus experiencias anteriores habían minado en cierta forma sus esperanzas de hallar a sus almas gemelas . Lola, con una discapacidad a causa de la polio que sufrió de niña, acababa de incorporarse de una baja y Javier, discapacitado tras sufrir un accidente de tráfico, estaba a la espera de que le entregaran su piso. Es decir, ninguno de los dos estaba muy receptivo ante la posibilidad de que su vida sentimental sufriese cambios.

"No nos había ido bien antes a ninguno y pasábamos de novios y de novias", comenta Lola, de 43 años, quien recuerda que fue Javier, de 38, quien dio el primer paso. "Yo iba en silla de ruedas y me preguntó que quién me empujaba, le dije que no sabía, y me dijo que lo haría él. Y desde entonces, estamos juntos", resume Lola.

Un año de noviazgo fue suficiente para ellos. Javier es de Cáceres, donde trabajaba como ingeniero informático y donde le habían adjudicado un piso. Al principio solo se veían los fines de semana, pero lo dejó todo. Encontró trabajo en Badajoz y se instaló en la capital pacense. "No me darán el piso, pero he salido ganando con el cambio", apunta Javier.

¿Para toda la vida? "No me acojones", responde riendo. "Si, lo nuestro es para siempre", añade rápidamente. Su encuentro en la playa cambió completamente las vidas de Javier y Lola, que tienen como proyecto más importante ser padres cuanto antes.