Se calcula que el 27% de los habitantes de Extremadura sufrirán al menos un trastorno mental en el transcurso de sus vidas, y que el 10% lo padece en estos momentos. A pesar de que esta alta prevalencia debería indicar una mayor aceptación, los enfermos mentales se enfrentan en la mayoría de los casos a un muro que dificulta su desenvolvimiento vital que no existe para el que sufre del corazón o los pulmones: el rechazo social.
Muy pocos son los que recibirían con buenos ojos tener como vecino o como compañero de trabajo a una persona que sufre una enfermedad de este tipo, debido a estigmas ancestrales que perduran generación tras generación y que, salvo casos excepcionales, que los hay, la mayoría de los pacientes pueden desarrollar una vida tan plena como el resto. Aunque la sociedad no se lo pone nada fácil.
La depresión, la ansiedad, la esquizofrenia, el trastorno afectivo bipolar o los trastornos de personalidad son algunos ejemplos de estas enfermedades. Ayer se celebró en Extremadura el Día Mundial de la Salud Mental, celebrado en Mérida, y que contó con la participación de la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Feafes) como el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi). Su presidente, Jesús Gumiel, hizo un alegato en defensa de los derechos de estas personas "desde un punto de vista normalizador".
El presidente de Feafes, Urbano Núñez, reivindicó más inversión para la atención de estas enfermedades, en concreto "para dar salida a personas que están internas y preparadas y que podían vivir en la comunidad", dijo. Núñez mostró su "preocupación" por el hecho de que el actual Plan de Salud Mental tenga pendientes de cumplimiento 43 objetivos plasmados para el 2008.
El presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, trasladó un mensaje de apoyo y acompañamiento a quienes sufren en sus carnes o en las de un familiar una enfermedad mental, y se refirió al futuro Consejo Regional de Salud Mental, que permitirá la participación de todo el sector.
