Asegura la historiadora montijana Candela Chaves (autora del libro Sentenciados: La represión franquista a través de la justicia militar y los consejos de guerra en la provincia de Badajoz 1937-1950), que actualmente «hay quien no sabe ni quién era Franco». Por ello no sólo defiende que la historia se enseñe en los centros escolares, sino que apuesta porque sean los propios testimoniantes quienes acudan a los institutos para dar conferencias de cómo lo vivieron «poder entender una dictadura tan totalitaria y represiva durante 40 años».

La provincia de Badajoz fue, después de la Sevilla, la más afectada por la represión franquista. Y existen tres escenarios clave que las asociaciones memorialistas quieren que se defiendan como lugares de memoria. El primero es la antigua plaza de toros de Badajoz, que ahora funciona como Palacio de Congresos. En el exterior existe una escultura-homenaje cuya sombra simula una rosa para recordar que allí, entre el 14 y el 18 de agosto de 1936, en solo cuatro días, se tiene constancia de que hubo 129 fusilados según las muertes inscritas en el registro civil, aunque los testimonios hablan de más. No obstante, los grupos políticos del Consistorio pacense no han sido capaces de ponerse de acuerdo para elegir el texto que acompañaría a una placa en recuerdo a la masacre.

El segundo es el campo de concentración de Castuera, declarado Bien de Interés Cultural. Asimismo, en el cementerio de esta localidad se ha inaugurado este fin de semana un monumento a los 206 vecinos asesinados.

El tercero es la tapia del cementerio viejo de Badajoz (donde fueron fusiladas cientos de personas durante la Guerra Civil), pero en este caso no existe lugar de memoria, ya que la citada tapia fue sustituida por un muro por orden del Ayuntamiento argumentando que estaba en peligro de derrumbe. No existe ningún panel informativo que explique lo ocurrido. R.S.R.