"Estamos muy contentos porque es un monumento digno de hacer mención y hemos cumplido con una de las promesas de nuestro programa electoral que era darle la máxima relevancia posible a la iglesia". Así de satisfecho se mostraba el alcalde de Torrejoncillo, Moisés Leví, tras conocer que el templo de San Andrés Apóstol ha obtenido la declaración de Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento por parte del Gobierno de Extremadura a raíz de una solicitud que el equipo de gobierno municipal empezó a tramitar en el año 2012. "A partir de ahora trabajaremos para solicitar y obtener las ayudas que correspondan del Ministerio de Cultura con el fin de poder continuar ejecutando actuaciones de rehabilitación", comentó el alcalde que resaltó que "su majestuosidad y grandeza", dijo, hacen que sea una iglesia diferente a las demás y nada habitual de un pueblo pequeño.

La iglesia, que se encuentra en la plaza Mayor y muy pegada al propio consistorio, se levantó en su mayor parte entre los años 1550 y 1686. Con el tiempo se fue ampliando y se le fueron añadiendo varios elementos en el siglo XIX, concretamente, la capilla cruciforme en el lado del Evangelio y la torre del reloj. También durante el siglo XX se le sumó la capilla bautismal.

Los estilos que se observan en la iglesia son el gótico y el renacentista, si bien las portadas, tanto la principal como las laterales, y la mayor parte de ambas torres son de finales del XVII. Precisamente, en este mismo siglo se terminaron la nave de la iglesia y el coro. No obstante, la construcción continuó en todo momento el modelo gótico inicial planteado en las trazas de Pedro de Ybarra, un arquitecto destacado dentro de la diócesis de Coria y de la Orden de Alcántara, lo cual dota al interior del templo de una gran unidad estilística. El monumento consta de una sola nave en su interior, lo cual es característico en la arquitectura eclesial de la diócesis de Coria en el siglo XVI.

Por otro lado, también es destacable el interés y atractivo de algunos de sus retablos y bienes muebles que forman parte del edificio, así como las pinturas murales de la sacristía, el púlpito, el retablo mayor, el cuadro del juicio final o la talla de Cristo Resucitado. Quienes también han recibido con satisfacción esta deseada declaración de Bien de Interés Cultural son los miembros que forman la Comisión de Pro-restauración de la propia iglesia.