Un grupo de whatsapp que se crea como un juego más en el que hay varios menores de 16 años que bromean y provocan hasta que consiguen que alguna de las chicas presentes en el chat les mande una foto desnuda. Después uno de ellos la publica en la red social Facebook «con la intención de reírse de ella, de humillarla». Ocurrió hace unos meses en Badajoz y es uno de los casos que reflejan una realidad presente y preocupante en Extremadura. «Cada vez se dan más situaciones de menores contra menores, de chicos de 15 y 16 años que acosan a sus propios compañeros», explica la abogada penalista pacense Estrella Santiago. Y el matiz sexual casi siempre está detrás.

Los datos del portal de estadística de criminalidad del Ministerio del Interior plasman que en los últimos cinco años (en el periodo de 2011 a 2016) han sido 202 menores extremeños las víctimas de amenazas y coacciones o delitos sexuales llevados a cabo a través de Internet, una herramienta que siempre multiplica los efectos y que, a priori, permite el anonimato.

En ese mismo periodo también hubo 50 menores de entre 14 y 17 años detenidos o investigados por estas causas. «Para que haya acusación y la justicia actúe tiene que existir un tipo de conducta repetitiva que haga saltar las alarmas», subraya Santiago.

«SOCIÓPATAS» / En relación a los casos de víctimas de amenazas y coacciones (son 89 en concreto de los 202 registrados en total), la abogada pacense reflexiona: «Es increíble que haya menores de 16 años que se convierten en auténticos sociópatas. Se comportan como adultos y tienen un impulso muy fuerte por humillar y vejar a sus propios compañeros o compañeras».

En cuanto a los delitos sexuales (suponen 113), «es muy habitual que todo empiece como una relación en la que se engaña al menor, es fácil inventarse otra personalidad en Internet, y que acabe con acoso sexual e incluso se pretenda el contacto físico».

En este sentido, Santiago hace una diferencia entre hechos en los que el delito lo comente un menor o lo hace un adulto. «En el primer caso, en términos generales, la intención es reírse públicamente de una compañera de clase; en el segundo hay muchas posibilidades de que esa imagen desnuda que manda el o la menor o ese vídeo terminen en un red de pornografía infantil. Es mucho más grave», detalla. Y añade: «Aunque también hemos tenido situaciones en que una pareja de adultos rompe y él le envía fotos a algunos amigos de ella desnuda para que las suban a las redes sociales como venganza. En cualquier caso, aunque esas imágenes se hayan remitido la primera vez con consentimiento, hacerlas públicas es un delito contra el honor de esa persona, y está castigado por el código penal».

ENGAÑO / En este sentido añade que hay casos en los que el acusado se defiende diciendo que en todo momento el menor o la menor han permitido la relación: «Pero el problema es que ese adulto se ha ido introduciendo en su vida, convirtiéndose en indispensable, haciéndose pasar por otra persona, a veces por alguien de su misma edad, de manera que el engaño existe desde el principio».

Las penas de cárcel que se aplican en este tipo de delitos van desde los dos hasta los seis años siempre y cuando no exista contacto carnal. «Cuando todavía no han cumplido los 18 años, todo depende del caso, de la colaboración de los padres... Hay muchos condicionantes a tener en cuenta a la hora de aplicar la condena a los menores».

Otro asunto grave que subraya esta abogada penalista es cuando quien se convierte en víctima presenta algún tipo de discapacidad. «Estos casos suponen un porcentaje menor en Extremadura, pero también los tenemos. Aquí la condena es mayor porque estamos hablando de circunstancias especiales», explica.

E insiste en poner el foco en el problema entre los menores de edad, «porque las amenazas, coacciones y delitos sexuales entre compañeros de clase siguen aumentando en la región».