La región acabó el 2016 con 561 megavatios (MW) de potencia fotovoltaica instalada, un 12% de los 4.674 contabilizados en el conjunto del país. La moratoria del Gobierno a las energías renovables ha hecho que la cifra apenas si haya registrado variaciones significativas desde el 2011, cuando pasaron de 466 a 530. Desde el 2013 únicamente se han ganado dos megavatios, menos de uno por año.

El de Talaván fue el primero de los grandes proyectos fotovoltaicos que se presentaron en Extremadura y fue pionero en el objetivo de comercializar la energía ya sin prima. Tras él llegaron los de Calzadilla de los Barros y el de Usagre. A inicios de este mes se conoció la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) para el primero de ellos, promovido por Iberia Termosolar SL y con una inversión de 160 millones. La evaluación fue negativa para dos de sus cuatro plantas, lo que dejó los 394,1 MW planteados inicialmente en 224 MW. La razón argüida para ello era el impacto adverso que se ocasionaba sobre fauna amenazada como la avutarda, el sisón, el aguilucho cenizo y el cernícalo primilla.

En cuanto a la instalación Núñez de Balboa, prevista en Usagre con 431,34 MW, se encuentra en proceso para obtener la DIA, si bien el plazo se interrumpió para recibir información complementaria al estudio de impacto ambiental.

Este año se ha puesto encima de la mesa un nuevo macroproyecto fotovoltaico, esta vez en el término municipal de Badajoz y promovido por una empresa sevillana, Renopool 1. Sería el de mayor potencia de todos, con 600 MW, si bien de momento se encuentra en una fase muy preliminar: en enero solicitó la evaluación de impacto medioambiental y ahora el ministerio estudia su alcance.