Medalla de Andalucía para una extremeña que lleva toda una vida dedicándose a educar e integrar a los niños con parálisis cerebral. Mercedes Sanromá es la directora del centro Aben Basso, un referente europeo para la educación de los discapacitados cerebrales. Hace más de 30 años, ayudó a un grupo de padres a fundar el centro, impulsando así la escolarización de los niños con problemas. Y ahora, se jubila con el reconocimiento de su esfuerzo.

--¿Qué labor desempeñan en el centro Aben Basso con los niños discapacitados?

--Ayudamos a niños con todo tipo de problemas, con lesiones cerebrales profundas y leves, y con otras minusvalías asociadas: sordos, ciegos, psicóticos... Los que tienen un coeficiente intelectual normalizado pueden aprender las mismas cosas que un niño cualquiera, aunque adaptando las formas de aprendizaje. Y en eso consiste nuestro trabajo, en ir dándoles las necesidades educativas que ellos necesitan: un unicornio para escribir con la cabeza, un adaptador en la bota del pie para acceder al teclado del ordenador, o un comunicador que les pone voz, y que a través de unas teclas les dota de un lenguaje aunque no sea con su propia voz. Este aparato incluso les permite participar en obras de teatro o ir de compras.

--¿Qué nivel de preparación pueden alcanzar personas con discapacidades como éstas?

--Algunos de ellos han salido muy preparados. Rocío, una alumna del centro con discapacidad cerebral, acabó sus estudios y ahora está trabajando como administrativo en la Confederación de Minusválidos. Está felizmente casada con un chico que la quiere muchísimo, y que no tiene ningún tipo de discapacidad e incluso tienen un hijo. Hace una vida normal, aunque es consciente de que necesita muchas adaptaciones.

--¿Piensa que ha cambiado la percepción de la sociedad sobre los discapacitados o todavía hay ciertas reticencias?

--Totalmente. Antes, sacar niños minusválidos a la calle suponía que la gente se parara a mirarlos y dijera pobrecitos . Hoy en día se ve como una cosa totalmente normal, eso sí, morbo aparte. No obstante, por supuesto que hay que seguir trabajando en este sentido, porque todavía la gente aparca los coches en los sitios reservados a los minusválidos, o en las rampas que les dan acceso a determinados locales.

--¿Cree que Extremadura es una región sensible con los minusválidos?

--Extremadura, al igual que Andalucía, ha sido siempre muy solidaria. Y la gente que está en el gobierno está muy concienciada, otra cosa es que falten medios para hacer la vida más agradable a esta gente. Pero creo que se está haciendo lo posible para que el minusválido se sienta feliz.

--¿Qué le aportan los niños con los que trabaja?

--Muchísimas satisfacciones. No puedo explicar lo que siento, por ejemplo, cuando un niño con discapacidad aprende los colores y es capaz de distinguirlos. Al igual que cuando un niño tiene acceso al teclado de un ordenador donde puede empezar la preescritura. Es una satisfacción tan grande que no se puede expresar, pero son estas satisfacciones las que me han permitido seguir 30 años como directora del centro Aben Basso.

--¿Qué ha aprendido de sus alumnos?

--Me enseñan todos los días cosas nuevas. Son ángeles que han bajado del cielo para ayudarnos. Pero sobre todo, me enseñan a ser paciente y a apreciar las cosas que pasan desapercibidas para personas sin discapacidad. Me asombró especialmente el caso de una niña con graves dificultades motrices que gracias a su paciencia, conseguía enhebrar una aguja sin ayuda.