La capital extremeña puso en la madrugada del domingo el colofón a los desfiles procesionales de la Semana Santa, que volvió a brillar con luz propia en la combinación de devoción, sentimiento, riqueza artística de los pasos y las imágenes y el marco histórico inigualable por el que transitan las procesiones.

A las 2 de la madrugada de ayer, aproximadamente, la imagen de Jesús Resucitado completaba el recorrido procesional por las calles del centro de la ciudad y retornaba a la basílica de Santa Eulalia, cerrando de este modo las celebraciones de la semana de pasión que concluye con la alegría repetida de la esperanza en la victoria sobre la muerte.

La talla de Eduardo Zancada, portada por 45 costaleros, y acompañada por los cofrades de Nuestro Padre Jesús Nazareno, volvía a sacar a las calles a miles de personas que no quisieron perderse el último acto de la Semana Santa Emeritense.

En las jornadas anteriores, los distintos desfiles han dado buena prueba de la dedicación de las cofradías para que esta celebración pueda seguir optando a estar entre las más brillantes del país. A cualquier hora del día en que se produjesen los recorridos, las calles estaban atestadas de personas, entre fieles y curiosos que no querían perderse un detalle de lo que sucedía.

El único punto amargo se vivía el Viernes Santo, precisamente una de las jornadas más esperadas por la coincidencia de tres procesiones. Pudo salir la Cofradía de los Ferroviarios en una mañana que ya amenazaba, con cielos cada vez más oscuros, acordes con la jornada de luto.

Ya por la tarde, una lluvia persistente hacía primero aplazar y luego tomar la dolorosa decisión de que el Santo Entierro, un año más se quedase sin salir.

No fue una decisión fácil, y la suspensión provocó lágrimas de impotencia entre aquellos que tantas horas habían dedicado a que los pasos luciesen su mejor aspecto en este día tan señalado.

Finalmente, las imágenes se quedaron en la ermita del Calvario, y se invitó a los fieles a que se acercasen a contemplarlas, ya que, por segundo año consecutivo, no podrían hacerlo en las calles.

En todo caso, esta suspensión no venció la brillantez de la Semana Santa de Mérida, que pudo ser admirada en todo su esplendor por los vecinos de la capital, y también por numerosos visitantes, cada año más, que han tomado esta celebración como cita obligada en detrimento de otras quizá más famosas.