Tiene una pasión, el Real Valladolid Club de Fútbol. Y la mantiene a pesar de que celebrar el ascenso de su equipo preferido le haya costado la discapacidad que hoy sufre, una lesión medular que le impide la movilidad en las piernas y las manos. Antonio Aragoneses es un cacereño de 23 años al que un día, hace casi tres años, la vida le cambió de forma inesperada tras un resbalón, mientras disfrutaba del título de su club, en la ciudad en la que estudiaba segundo de Telecomunicaciones, que no fruto de la casualidad era Valladolid.

Ahora no ha perdido las ganas de estudiar, ni mucho menos su entusiasmo por el Valladolid, pero esta vez lo hace en Cáceres y no sin ayuda. Es el primer extremeño al que la Ley de Dependencia le ha concedido los servicios de un asistente personal. Una persona que le ayuda en su actividad diaria, que se centra en estudiar el grado de Educación Social.

Esa persona a la que Antonio le debe el regreso a las aulas se llama Cristina Simarro y le acompaña durante toda la mañana en la universidad, puesto que ella también ha comenzado este año a cursar este título de grado en la Facultad de Formación del Profesorado de Cáceres. Son más que compañeros de clase desde octubre y han congeniado a la perfección. "Ya somos amigos".

Desde el instituto en el que cursaba el ciclo formativo de Integración Social en Cáceres, le ofrecieron a la joven de 21 años este empleo, que aceptó sin pensárselo dos veces. "Para mí esto no es un trabajo, aunque haya firmado un contrato, porque no me cuesta ningún esfuerzo y me siento bien", cuenta.

Además, dice que le aporta experiencia y que no le supone ningún trabajo prestar atención a su compañero Toni, como le llaman sus amigos. "Yo tengo que coger los apuntes para mí, después los fotocopiamos y punto, y cuando hacemos algún trabajo nos ponemos juntos en los grupos", asegura.

El camino a la facultad

En eso consiste su tarea diaria que empieza en casa de Antonio. Allí acude cada mañana en su busca y comienza lo que a veces se convierte en una odisea: el camino a la facultad. "Tenemos que salir una hora antes de mi casa para coger dos autobuses y llegar al campus", explica Antonio.

"Ya nos conocen pero al principio teníamos que esperar hasta seis autobuses para poder montarnos en uno, bien porque las rampas no funcionaban o había demasiada gente,...", cuenta Cristina, que ahora está viendo de cerca lo que supone andar por la ciudad en silla de ruedas. "Bordillos enormes, zanjas que andando pasas con un pequeño salto y que son imposibles en la silla... ahora sí que te das cuenta", relata mientras Antonio asegura que "queda mucho por hacer" en cuanto a accesibilidad.

De momento, los dos congenian tan bien que "vamos aprobando en pack", cuentan entre risas. Ya han superado dos de las cinco asignaturas que tienen este cuatrimestre.

Para Antonio, Cristina significa poder estar hoy en la universidad estudiando, volver a las aulas; y para la joven, él es "más que un compañero de clase" al que le gusta ayudar. Y así estarán, esperan, durante los cuatro años de la carrera, aunque el contrato que ella ha firmado con el Servicio Extremeño de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia para desempeñar la labor es por un año. Labor que desde hace cuatro meses, desde que inició, viene haciendo sin cobrar porque "aún no me han pagado ninguna vez", a pesar de que ella está cumpliendo con sus obligaciones en el régimen de autónomos en el que se ha tenido que dar de alta.

A pesar de estos incovenientes, los dos están encantados y se nota en la complicidad que mantienen y en sus sonrisas, pero más encantada está aún la familia de Antonio. "Mi madre la quiere ya más a ella que a mí", bromea.

De vuelta a casa, termina la misión de Cristina hasta el día siguiente, pero no la de Antonio, que tras las clases acude a rehabilitación. Después come, se echa la siesta y vuelve a tener sesión de rehabilitación antes de ponerse a estudiar. Esta es su rutina los días de diario, que como cualquier joven de su edad varía cuando llega el fin de semana. "Le gusta mucho salir. ¡Cuenta a qué hora llegaste el sábado pasado! A las nueve y media de la mañana y yo a la una", relata Cristina.

Ella sueña con trabajar algún día con inmigrantes u otro colectivo, y Antonio, también en el trabajo, él "como orientador en algún centro", pero mientras con lo que más disfruta es con la victoria del Valladolid.