"Tenía 70 barracones de madera. En cada uno de ellos se alojaban 100 prisioneros. Es decir, 7.000 hombres en un espacio reducido. Grupos de presos eran conducidos a la sierra a cortar madera, con la que construían nuevos barracones que dieran cabida a los presos que no dejaban de llegar. Sin embargo, para acabar con el ´problema´, se intensificaron las ejecuciones".

Este breve relato puede sonarnos y encontrar cualquier similitud con las numerosas películas y libros que abordan los peores instintos humanos de aquéllos que durante el pasado siglo se convirtieron en genocidas. Y es cierto. Se practicaron atrocidades. Pero sucedieron aquí, en el campo de concentración de Castuera. Y los testimonios están en versión original. Fueron recogidos por el escritor extremeño Justo Vila de entre algunos supervivientes de la guerra civil del bando perdedor.

Y para que no olvidemos que esos horrores existieron, el Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura acordó ayer declarar bien de interés cultural, con categoría de sitio histórico, el campo de concentración y la mina Gamonita, en los términos municipales de Benquerencia de la Serena y Castuera, un homenaje a esa memoria histórica por la que muchos llevan años luchando.

El campo de concentración de Castuera --del que quedan pocos vestigios en pie-- era un recinto delimitado por un foso perimetral, con doble alambrada, repleto de barracones dentro y fuera de sus límites.

En cuanto al castillete de La Gamonita, estaba fuera del recinto alambrado y contuvo, junto con dependencias anejas, parte de la burocracia del campo: recepción de prisioneros y llegada de comunicaciones de los familiares de los prisioneros.

Recuerda Vila Izquierdo en sus escritos que existían en la zona varias bocaminas abandonadas. "Periódicamente llegaban grupos de falangistas al campo, en su mayor parte de Castuera, y hacían formar a docenas de presos, que eran atados por las caderas. Los primeros de la fila eran empujados al vacío y caían a los pozos, arrastrando a su vez al resto de los hombre".

Más de 12.000 prisioneros pasaron por ese campo de concentración, aunque se desconoce el número total de ejecutados. Debieron ser muchos los muertos y, en su honor, ese nuevo sitio histórico quedará salvaguardado en la memoria de Extremadura para que no se olvide y para que no se repita una historia teñida de sangre, lágrimas y sufrimientos.