La pobreza, la ausencia de políticas públicas sociales, la mejora social, los conflictos bélicos y las políticas migratorias son los factores que hacen caer a las mujeres en las redes internacionales de trata. No todas funcionan igual: las más peligrosas son las colombianas y las de Europa Oriental.

Las redes latinas captan a las mujeres en las regiones más pobres a través de otra mujer, antigua víctima, que les facilita un billete de avión y dinero a devolver con intereses. El personal de las redes, que se encuentra incluso en las agencias de viajes, intima tanto con las víctimas que estas no se atreven a denunciar.

Las mafias europeas hacen uso de una aparente legalidad para captar a las víctimas entre agencias de modelos, de viajes, matrimoniales o de búsqueda de empleo. Trasladan a las mujeres por aeropuertos o carreteras, siempre escoltadas, porque cuentan con medios económicos para sobornar al personal de las fronteras. Después, se las encierra en pisos de alquiler sin documentación ni dinero y se les obliga prostituirse.

Las redes africanas casi siempre tratan con mujeres muy jóvenes, con escaso nivel cultural y muy pobres, que han sido vendidas por sus propias familias. Suelen entrar en España después de largos viajes de 2 o 3 años en pateras donde se las viola en repetidas ocasiones.

Una vez aquí, rotan entre clubes, países y regiones, e incluso pueden ser revendidas de unas organizaciones a otras.