Una parte de Extremadura vuelve a la vida, la misma que fue azotada por los incendios del pasado verano. Poco a poco la vegetación y matorrales bajos de los campos y montañas se van regenerando. Verde sobre gris para algunas especies que renacen entre piedras y riscos, como alcornoques, encinas, brezos y jaras.

La mayoría de estas especies quedaron totalmente calcinadas por las llamas y las altas temperaturas que tuvieron que soportar durante la segunda semana de agosto del año pasado. Una fecha que muchos hurdanos tardarán años en olvidar. Todavía quedan en sus huertos y olivares árboles quemados, tierras teñidas de negro y de cenizas. En algunos, como los alcornoques, olivos o eucaliptos empiezan a brotar un rayo de esperanza. Todo un ejemplo de supervivencia.

Las consecuencias

Los hurdanos dicen que tendrán que pasar décadas para que el monte vuelva a estar bien. La escasa capa de tierra vegetal, en algunos sitios calcinada por los fuegos, tardará más de lo previsto en regenerarse. En algunas zonas es de menos de cinco centímetros.

Las jaras y los brezos son las especies que han empezado a dar color a esta parte de Extremadura. En algunas zonas ya tiene uno treinta centímetros y en dos años podrán llegar al metro. Pero el daño ocasionado por las llamas no se regenerará sin la mano del hombre. Fueron millones los árboles que ardieron en agosto. Sus maderas están apiladas en las carreteras y caminos forestales, esperando a ser vendidas. De esta forma estos hombres podrán recuperar una pequeña parte de sus rentas, una pequeña ayuda que servirá para plantar más árboles. "Nunca más pinos",aseguran los vecinos de la zona arrasada por las llamas.

El propietario de la casa rural La Jareta todavía está profundamente afectado por el siniestro. En los alrededores de su vivienda había un castaño centenario. "Ha muerto, pero doy gracias a que está empezando a brotar por la parte baja. Le he conocido toda la vida. Ahora espero que los tallos nuevos no se pierdan y podamos volver a coger castañas para asarlas", explica Emilio.

Este vecino de Caminomorisco va observando día a día como algunas plantas brotan, "las encinas, los alcornoques, los olivos, poco a poco brotan, pero los pinaras han muerto".

Emilio recuerda como las llamas llegaron a su vivienda. Cuando vió el fuego en el monte nunca creyó que llegaría a su casa. "Hasta el mismo borde, tuve suerte y a la estructura de la vivienda no la afectó, pero sí a los cierres, aires acondicionados y elementos de plástico. Estos con las altas temperaturas se derritieron y tuvimos que cambiarlos". Ahora espera que la compañía de seguros se los pague al igual que a otras muchas familias.

Emilio y Rosa son una joven pareja que hace unos años se casaron y decidieron levantar una casa rural en el paraje de La Jareta, un pequeño monte próximo al pueblo desde donde se puede contemplar la población y gran parte de los alrededores de Las Hurdes Bajas. Un gran mirador para los amantes de la naturaleza y un observatorio natural de las aves. Pero a pesar de todo, la calidad y hospitalidad de los dueños han hecho que los clientes continúen alojándose en esta casa de dos plantas, de estilo tradicional hurdano.

La experiencia

Por otro lado, José Pedro Domínguez, director del Centro de Documentación de Las Hurdes saca sus conclusiones positivas. "Es una pena como están nuestros montes, la gente debería venir y contemplar los miles y miles de pinos calcinados con el fin de que se mentalicen y comprueben que quemar montes también es destruir al hombre".

Comprobando las estadísticas de las visitas del centro, afirma que han bajado, pero que hay mucha gente que sigue prefiriendo Las Hurdes. "El otro día paso por aquí una familia que traía exclusivamente a sus hijos para ver el incendio y explicarle las graves consecuencias queconlleva, finalmente dicen que volveran a Hurdes, que tiene muchos parajes bonitos y que a pesar del fuego siguen siendo bellas", comenta José Pedro Domínguez.

Este jovén recuerda como en pocas horas tuvo que eliminar todas las sillas del salón de actos para colocar colchonetas. "Fue algo inesperado, nunca imaginé que en el centro tuvieramos que alojar a los vecinos de las alquerías por un incendio. Fueron dos días muy duros, pero con el apoyo de todos, instituciones y vecinos, conseguimos habilitar el local".

Rayos de esperanza

Desde las instalaciones se comprueba como poco a poco los hurdanos van cambiando los árboles quemados por plantones nuevos. Las tierra fértiles se cubren de hierbas y de plantas de patatas, a las que con los días se irán uniendo pimientos, tomates, judías y otras veduras.

Pero la peor parada ha sido la apicultura. En las zonas del incendio solían colocar sus colmenas los apicultores. Hoy no hay ninguna, las han tenido que trasladar a los montes del Ambroz, Jerte, La Vera, los Llamos de Cáceres o a tierras salmantinas, dice Anastasio Marcos.

Este apicultor, afortunadamente no ha perdido colmenas, pero si los lugares donde polinizaban. "Este año las tengo lejos, por aquí sólo hay enjambres y las cajas viejas". Dice que la reforestación se debería hacer de plantas autóctonas, "no sólo se evitarían nuevos incendios, sino que los alcornoques, encinas, castaños, son mejores para las colmenas. En unos treinta años se podría crear un bosque importantes que sirviera para potenciar más la apicultura y facilitar asentamientos".

Este puede que sea el peor verano, pero con la llegada del próximo invierno comenzarán las tareas de reforestación. En poco más de dos años, la imagen de los incendios formará parte de los recuerdos.