El proceso de reducción de sucursales bancarias que las entidades financieras comenzaron con el estallido de la crisis sigue sin tocar suelo. El 2016 acabó con 964 oficinas de entidades de depósito en Extremadura, según los datos del Banco de España, lo que significa la cifra más baja que se contabiliza en la región desde septiembre de 1994 y supone un retroceso de casi el 20% respecto a las 1.200 que había al finalizar el primer trimestre del 2009. A la obligada reestructuración del sector como consecuencia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y de las subsiguientes oleadas de fusiones entre entidades, se han venido a sumar después también otros factores que han contribuido a este descenso, como la implantación de la banca digital o la baja rentabilidad del negocio, con unos tipos de interés bajo mínimos que han presionado a la baja en los márgenes financieros.

No obstante, la disminución de la red no ha afectado a todos por igual. En la región ha estado concentrada fundamentalmente en lo que eran las dos cajas de ahorro extremeñas —posteriormente integradas en sendos grupos— y en los principales bancos. Por contra, las dos cooperativas de crédito de la región han conseguido aguantar su red (caso de Caja Rural de Extremadura) o, incluso, ampliarla (el de Cajalmendralejo). También Banca Pueyo, el único banco extremeño, ha seguido abriendo oficinas en los años de crisis.

Los principales bancos españoles han puesto en marcha en los últimos ejercicios planes de cierres de oficinas y recortes de plantillas. Conforme al último anuario de la Asociación Española de Banca (AEB) —que no incluye datos correspondientes a bancos procedentes de la transformación de cajas de ahorro o de las cooperativas de crédito— entre el final del 2010 y el del 2015 los bancos perdieron 74 oficinas en la comunidad autónoma, pasando de 406 a 332. Esta disminución tuvo un impacto directo en su volumen de empleados, que cayeron de 1.629 a 1.366. Y eso a pesar de que de estos números quedan fuera los ajustes que han sido anunciados en el 2016 por el Santander, el BBVA o el Popular.

Con todo, donde más se ha dejado sentir el recorte tanto de locales como de empleo es en lo que fueron las dos cajas de ahorros extremeñas, integradas posteriormente en Liberbank (Caja Extremadura) e Ibercaja (Caja Badajoz). Esta última entidad acaba de anunciar que tiene previsto aplicar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que supondrá el despido de 686 personas y cerrar 160 oficinas en todo el grupo.

CUARTO ERE / Para los trabajadores que provienen de Caja Badajoz, este será «el cuarto ERE desde el 2010», incide Javier Florido, secretario general en Extremadura de UGT en Ibercaja. En el 2009, la entidad pacense contaba con 155 oficinas en la región (más otras 55 fuera de ella) de las que hoy sobreviven 114, y su plantilla era de casi mil trabajadores de los que hoy siguen trabajando «unos 380» en territorio extremeño. Florido subraya que se trata de una pérdida de empleo no solo en términos de cantidad, sino también de calidad. «Muchas de estas mil nóminas», incide, han sido substituidas ahora por pensiones o prestaciones de desempleo. «Hemos pasado de aportar a la comunidad a retirarle recursos», apostilla. Y ahora, vaticina, «la parte mala del ERE la vamos a volver a sufrir nosotros, porque ya no tenemos personas de 58 y 59 años».

Igualmente, este responsable sindical hace hincapié en el perjuicio que supone para la clientela el progresivo cierre de oficinas, especialmente en el ámbito rural, donde Caja Badajoz «siempre prestó una atención cercana. Hemos sido bancos, gestorías..., éramos muchas cosas para la clientela». Y pone un ejemplo: «La oficina de Helechosa, que se ha cerrado hace unos días. Qué banco va a abrir ahora allí y menos con el sistema financiero que nos están imponiendo, que quieren que todo sea autoservicio, que hagas las cosas desde tu casa o desde el cajero». En este sentido, avisa del riesgo de exclusión financiera, «que de aquí a nada se va a empezar a notar», por lo que pide a los responsables políticos que, al menos, «denuncien esta situación».

En el caso de lo que fue Caja Extremadura también ha habido un recorte más que significativo en la red y en la cifra de empleados. La entidad alcanzó un máximo en plantilla de «unos 1.150 trabajadores», precisa Miguel Ángel Rodríguez Castellano, secretario general de la sección sindical de Csica en Liberbank. La previsión de la empresa es que a mediados de este año «queden unos 550» en Extremadura, agrega. En su opinión, en algunas zonas rurales ya se está produciendo «un absoluto desamparo» para colectivos como el de la tercera edad, que se ven obligados a desplazarse a otras localidades para acceder a servicios financieros, ya que «adolecen de medios tecnológicos o de capacidad para servirse de ellos». Igualmente, censura el que se pueda intentar cubrir el hueco que dejan los cierres con la figura del agente como se están planteando. «Son personas que ya no tienen nada que ver con el banco, son meros captadores de negocio. No dan una atención personalizada. Ni pueden dar préstamos ni hacer otras muchas cosas propias de la banca», arguye. Desde este mismo sindicato, José María Solano, presidente del comité de empresa de sucursales de Cáceres, critica también que, además de las clausuras de locales, se esté dejando sin personal otros muchos. «En Cáceres eran 22 urbanas con empleados. Ahora son seis, todo lo demás son cajeros con un rótulo. Si a eso lo quieren llamar oficina....», dice Solano. En la provincia de Badajoz, adelanta, el próximo 24 de abril se prevé que otra quincena de oficinas o bien cierren o se automaticen.

CAJAS RURALES / La evolución de las dos cooperativas de crédito extremeñas ha sido diferente. En el caso de Caja Rural de Extremadura ha mantenido estable su número de oficinas durante los años de crisis en 110, 109 de ellas en Extremadura. Desde 2010, incluso, ha abierto en dos nuevas poblaciones: Quintana de la Serena y San Vicente de Alcántara, aunque también prescindió de dos sucursales en Badajoz capital, donde llegó a tener trece urbanas. Su director general, José María Portillo, destacó recientemente el esfuerzo que está haciendo la entidad por mantener presencia y empleo, pero también que esta puede ser una buena oportunidad para crecer. «Estamos en una situación privilegiada, porque algunos están abandonando el negocio que nosotros queremos recobrar y consolidar», aseguraba.

En cuanto a Cajalmendralejo, el crecimiento de su red en las dos últimas décadas ha sido más que importante. En el año 1995 tenía seis oficinas, cifra que prácticamente ha multiplicado por catorce, ya que a día de hoy son 82 en Extremadura (tiene otras cinco fuera de la región). La última de ellas la acaba de poner en marcha en Pinofranqueado. Fuentes de esta entidad también reconocen que su intención es llenar el espacio que otras dejan. «De hecho, ya lo estamos haciendo, estamos abriendo en localidades que se han quedado sin ningún tipo de oficina y en otras en las que, aunque no se hayan quedado sin ellas, sí que ha cerrado alguna». «Seguimos apegados a la tierra, abriendo oficinas y dando trabajo en Extremadura, donde también sigue nuestra obra social», subrayan.

En esta misma línea, en los años de crisis también Banca Pueyo ha aumentado su red comercial, la mayor parte de ella instalada en la comunidad autónoma. Según el anuario de la AEB, entre el 2000 y el 2015 pasó de 58 a 111 sucursales.