Plasencia fue pionera en Extremadura en el servicio de préstamo de bicicletas, pero la iniciativa no cuajó. Estuvo en marcha poco más de un año, hasta que el verano pasado, a pesar de que es su estación más propicia, hicieron su último trayecto hasta el depósito municipal. Su utilización era sencilla: bastaba con ingresar cinco euros en una cuenta municipal para recibir una tarjeta que permitía usar alguna de las 75 bicis repartidas en tres paradas. El usuario la utilizaba un máximo de cuatro horas entre las ocho de la mañana y las cinco y media de la tarde.

Desde el consistorio no quieren hablar de fracaso, e incluso dicen que el proyecto está en punto muerto, a la espera de que la Agencia Extremeña de la Energía, que aportó 140.000 euros, se haga cargo también del mantenimiento del servicio, porque el ayuntamiento ha reconocido que no puede asumirlo en solitario. No hay datos oficiales sobre la aceptación de la iniciativa, aunque según el ayuntamiento, no faltó demanda. Sin embargo, hubo dos condicionantes muy importantes para el futuro del proyecto. La primera de ellas es la propia orografía de una ciudad en la que las constantes pendientes dificultan la circulación. La segunda, la gran asignatura pendiente, no solo de Plasencia, sino del resto de ciudades extremeñas: la falta de kilómetros de carril bici.

Para comprobarlo, basta tomar las dos ciudades que ofrecen el mejor servicio de transporte público en bicicleta de toda España: Sevilla y San Sebastián, dos ciudades esencialmente llanas en las que en los últimos años se han convertido en dos de las capitales con mayor número de kilómetros de carril bici por número de habitantes. La capital hispalense tenía en 2008 hasta 77 kilómetros de este tipo de vía, y el compromiso de ampliarlo hasta 120 en los próximos dos años.

Su sistema de préstamo de bicicletas es el mejor valorado por los consumidores, según la revista Consumer de Eroski. En total, tiene 250 bases por toda la ciudad, con una distancia máxima entre ellas de 300 metros, en las que se distribuye una flota de 2.500 bicicletas. Para poder utilizarlas, los usuarios deben obtener una tarjeta semanal, por cinco euros, o anual, por diez. Ello les otorga un código que permite retirar y entregar las bicis cuando lo requiera el usuario, de tal manera que no tendrá que pagar nada por los primeros 30 minutos de uso. Una vez transcurrido este periodo, por la primera hora siguiente se pagan 50 céntimos en el caso del abono anual, y un euro en el semanal. Desde la segunda hora, se paga un euro y dos euros, según el abono, por cada 60 minutos.