La Semana Santa pacense vivió uno de sus momentos más álgidos la tarde del viernes y la madrugada del sábado con el desfile del Santo Entierro y la procesión de la Soledad que recorrió de riguroso luto hasta las tres de la madrugada las calles del casco antiguo seguida por cientos de personas en medio de un respetuoso silencio, interrumpido por rezos de rosario y emocionadas saetas, como la que cantó un hombre en la plaza de España pidiendo a la Virgen por su hijo enfermo.

La procesión de Jesucristo Yacente, acompañado por Nuestra Señora de las Lágrimas y Santiago Apóstol, considerada la procesión oficial de la ciudad, congregó antes de las seis de la tarde del viernes a las puertas de la iglesia de San Agustín a numeroso público que no quiso perderse la salida de los pasos, un momento muy esperado por el esfuerzo que deben realizar los costaleros por la dificultad que presenta la escalinata.

Tampoco faltaron el alcalde, Miguel Celdrán, y el arzobispo Santiago García Aracil, que se incorporó al desfile en la plaza de Minayo, así como una representación del Regimiento Saboya, vinculado a la hermandad.

El buen tiempo acompañó en todo el desfile, aunque a medida que caía la tarde descendieron de forma considerable las temperaturas. La hermandad estrenó la Bandera Pontificia con el escudo del Papa Clemente VIII, que aprobó la cofradía del Santo Entierro en 1605.

Cuando la procesión del Santo Entierro regresaba a San Agustín a las once de la noche, salía de la ermita de la Soledad la patrona de Badajoz. "Parece más joven sin la corona y el manto, es como una Virgen niña", decía emocionado Joaquín Gil, el hermano mayor, quien no paraba de dirigirle palabras de cariño y afecto.

La procesión del Resucitado y la Virgen de la Aurora tenía previsto salir hoy a las 00.30 horas, aunque al cierre de esta edición la cofradía estaba pendiente del cielo. La lluvia caída durante la tarde había obligado a cubrir con plásticos las imágenes, preparadas para salir en el patio del convento de Santa Ana.