La devoción lleno las calles de Badajoz el Viernes Santo para acompañar a los pasos en sus desfiles procesionales. Por la tarde, el Santo Entierro y la Virgen de las Lágrimas salieron de la iglesia de San Agustín acompañados por más de un centenar de nazarenos y cientos de personas que esperaban desde hacía rato a las puertas del templo para vivir uno de los momentos más emocionantes, junto con la presentación a la patrona, como es la salida de la imagen a hombros de los costaleros por la dificultad que entrañan las escalinatas de la iglesia.

La música del Trío Omnium Santorum de Sevilla y la Banda Municipal de Música de Badajoz acompañaron a los pasos en la procesión, en la que también estuvieron presentes una representación del resto de cofradías de la ciudad.

Sobre las once de la noche, la Virgen de la Soledad, vestida de riguroso luto, sin joyas y llevando entre sus manos solo un pañuelo, iniciaba la procesión Del Rosario por las calles del Casco Antiguo. Esta es una de las procesiones más intimistas de las que se celebran en la ciudad por el recogimiento con el que los fieles --muchos con velas-- realizan el recorrido, con el rezo del rosario durante horas y solo interrumpido por el canto de las saetas a la patrona, que volvió a su ermita bien entrada la madrugada del sábado.

También de madrugada, pero esta vez la de hoy, estaba prevista la salida del Resucitado y la Virgen de la Aurora, que protagonizan uno de los momentos con más emoción de la Semana Santa de Badajoz con su encuentro en la plaza de España. Al cierre de esta edición la hermandad tenía la vista puesta en el cielo y la esperanza de que la lluvia respetase el desfile que cierra la Pasión pacense.

Desde las ocho de la mañana, los hermanos estaban montando los pasos en el patio claustral del Monasterio de Santa Ana, al aire libre. "Ahora mismo están envueltos en plásticos, casi está todo listo, pero no podemos colocar la corona ni los bordados por la lluvia", comentaba poco antes de las siete de la tarde el hermano mayor de la cofradía del Resucitado, José Antonio Pinilla. No obstante, confiaba en que las previsiones metereológicas se cumplieran "y a las doce esté despejado".