Para poder decir una verdad debemos tener un objetivo claro y debemos conocer la verdad. Obvio. Pero es que para poder decir una mentira también necesito un objetivo y conocer la verdad.

¿Qué ocurre con aquello que no es verdad ni mentira? Muchos actos del lenguaje no tienen lenguaje para distinguirlos con claridad: Disparate, majadería, estupidez, ambigüedad, fantasmada, patraña, pamplina, calumnia, chorrada, impostura, mentira a medias, chuminada, paparrucha. Mi abuela Rufa si los distinguía. Usaba dos palabras con mucha frecuencia: pamplina y paparrucha.

Una paparrucha no es una verdad porque es un intento de confundir deliberadamente a nuestro interlocutor pero no llega a ser una mentira. Es un arma más potente que la mentira. Su base es el desconocimiento del que habla sobre lo que está diciendo y es muy habitual en esta cultura que nos obliga a conocerlo todo y a no poder decir no sé.

El discurso político actual no pretende mejorar el mundo, su objetivo es que el orador parezca capacitado para resolver nuestros problemas. Antiguamente no se pretendía impresionar. Simplemente hacer bien un trabajo aunque el otro no percibiera todos los detalles. Eso se está perdiendo. Trabajamos para nuestro jefe, hacemos política para agradar, hablamos con nuestros amigos para impresionar. Somos "paparruchadores". Y en el fondo es peor que una mentira al ser difícil de detectar. Me pasa con Podemos o con Ciudadanos. No mienten pero tampoco nos dicen la verdad, quizá por desconocimiento.

Gracias a su libro "On bullshit", algo así como charlatanería, he podido escribir este artículo. Lo he ojeado. Tiene solo 80 páginas y a pesar de ser filosofía parece una lectura cómoda. Este artículo fue una paparrucha. Espero leerme el libro para alejarme de la paparrucha el próximo domingo.

Y tú habitualmente, ¿usas verdades, paparruchas o mentiras?