El pasacalles nocturno del lunes de carnaval es una prueba de que en Navalmoral poco importan los premios que se otorgan en los desfiles oficiales del domingo y el martes. En los pasacalles, que surgieron de la forma más espontánea que se pueda imaginar, hay lugar para todo, pero especialmente para la originalidad y la improvisación.

Anoche se vieron barriles de cerveza junto a bellas mesoneras o infantiles trogloditas salidos de una cueva tan poblada como el Colegio Campo Arañuelo. Hubo familias y grupos de amigos enteros simulando ser tropas napoleónicas, vikingos con y sin cuernos y zíngaras por doquier.

El pasacalles permite disparates; por eso había moteros disfrazados de indios apaches junto a chicas del charlestón, trajes de fantasía mezclados con niñas jugando al fútbol y agrupaciones críticas, como la que, en medio del desfile, anunciaba ir disfrazada de alcalde, cuando en realidad era un nutrido grupo de payasos. Se vieron negros con huesitos en la cabeza, discotecas móviles, peñas de amigos criticando el temido carnet por puntos, dos jóvenes de blanco impoluto transportando dos círculos rojos, logotipos de Cuatro TV..., y a su lado cerraban dos gitanos con el burro y la cabra, pero de verdad, de verdad, y una chochona de feria.