El Jueves Santo pasó por Mérida con una gran afluencia de público en sus calles más céntricas, animados por una jornada de sol radiante que dejó paso a una noche en la que el frío se dejó notar entre quienes esperaban el constante paso de las nueve imágenes que, en total, portaron los costaleros de las cinco cofradías y hermandades citadas en el programa de la jornada más multitudinaria de la Semana Santa emeritense, que venía de disfrutar de un Miércoles Santo en el que se congregaron algunas de las citas más célebres, como el Encuentro o el Vía Crucis en el Anfiteatro.

Las procesiones iniciaron sus recorridos y una tras otra, a excepción del recorrido del Calvario de madrugada, fueron pasando por las inmediaciones de la Basílica de Santa Eulalia. La Patrona de la ciudad, como las cientos de personas allí congregadas, pudieron contemplar sin moverse el paso de los penitentes y las imágenes de la cofradía de la Paz, que fue la primera en salir, algo más tarde de las cinco de la tarde, con los pasos del Prendimiento y de la Señora de la Paz, que bajaron de la parroquia junto al acueducto de San Lázaro.

Tras su paso por la basílica, sobre las siete, llegó el turno de la Vera Cruz, que venía con su Cristo seguido de la Santísima de Nazaret, que estrenaba manto, sayas y los faldones del paso.

Justo después de que esta procesión tomara la Rambla, salía de la basílica la cofradía Ferroviaria para recorrer las calles más céntricas con sus más de 200 nazarenos ataviados con túnicas verdes y azules, acompañando al Descendimiento y a la Virgen de la Esperanza.

Media hora después de que abandonara la Basílica, la Cofradía del Nazareno iniciaba su recorrido siguiendo los pasos de la cofradía anterior por la avenida de Extremadura, y alcanzando la Plaza de España por Camilo José Cela y Félix Valverde Lillo. Con sus 350 nazarenos --el miércoles salieron medio millar de penitentes--, la cifra más alta de la Semana Santa emeritense, hicieron el recorrido junto a Cristo crucificado en el momento de morir, una obra anónima de finales del siglo XVI, secundado por Señora del Mayor Dolor.

Una vez recogidas todas estas procesiones, a la una de la madrugada llegó el turno del Calvario, con el Cristo muerto en la cruz como único paso, a quien al terminar su estación de penitencia, prevista para las tres de la madrugada, se le desciende y se le deposita en una urna para el Santo Entierro, que procesiona hoy.