WLwa noticia de que el primer juicio de Sadam Husein es cuestión de días llegó ayer de Irak trufada de nuevas de un fin de semana trágico por una cruenta oleada de atentados suicidas de la resistencia. En una ofensiva sin precedentes, en tres días 21 kamikazes han dejado 167 muertos y cientos de heridos. Y no parece descabellado prever una intensificación de la escalada del terror por el juicio del dictador derrocado.

Sadam merece ser juzgado en base al principio de justicia que él siempre negó a sus incontables víctimas; desde el genocidio de pueblos enteros de shiís y kurdos a miles de opositores de toda creencia y condición. Pero habrá que observar las garantías procesales y asegurar un juicio imparcial por parte de un país ocupado y en reconstrucción que hoy no puede ser considerado un Estado de derecho. La instrumentalización política de ese juicio es lo que ahora se dirime con bombas y con una borrachera de sangre para demostrar la vulnerabilidad del ocupante y la debilidad de las instituciones del Estado. Desde que empezó la guerra, en marzo del 2003, en Irak ya han muerto casi 35.000 personas. Pero ni siquiera bastará una primera condena de Sadam para garantizar la estabilidad del país.