Justo González Bravo conoce bien el paisaje del suroeste peninsular. El que comprende Extremadura y el Alentejo portugués. Ahí está él en pintura y en pensamiento. "Es un paisaje austero, seco, pero de una profundidad inconmensurable", afirma este pintor extremeño.

Para alguien que siendo autodidacta ha logrado asentar una carrera de pintor con presencia en Portugal, Francia y Alemania, no deja de resultar sorprendente exponer por primera vez una amplia muestra de su obra en Extremadura. Un pintor extremeño vivo desconocido en su región. "Pero no totalmente. Quienes siguen la pintura aquí me conocen, conocen libros, catálogos... Pero bueno, si no se han preocupado por mí qué le voy a hacer", afirma desde Portugal, donde vive hace más de tres décadas

En el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) de Badajoz terminaban de ajustar ayer los cuadros de este artista con los que el centro abre la nueva temporada tras el paréntesis del verano.

Dentro del proyecto de rescatar a artistas extremeños significativos en el panorama nacional, el museo muestra la contemporaneidad con González Bravo después de exposiciones dedicadas a Ortega Muñoz, Timoteo Pérez Rubio o Juan Barjola, entre otros. La piel del lienzo , título de la muestra, está compuesta por unas 70 obras, entre óleos y dibujos, que abarcan entre 1985 y la actualidad.

Comisariada por Pedro Pizarro, éste explica que las pinturas del artista proceden de Portugal, Alemania y Francia, donde tiene galerías a través de las cuales vende su obra. En Dusseldorf le representa Art204, en París Frederic Got Fine Art y en Portugal la Sao Mamede de Lisboa.

El desconocimiento de este pintor no es exclusivamente extremeño. "En España es el sitio donde menos he expuesto", dice. De manera que esta exposición tiene algo de reencuentro para él. Sólo una vez, hace diez años, expuso obras sobre papel en Badajoz.

González Bravo abandonó hace 37 años por motivos profesionales y sentimentales la ciudad donde nació en 1944. De Portugal es la mujer con la que se casó y en aquel país fue donde tomó la decisión de dedicarse exclusivamente a la pintura después de trabajar durante años como ingeniero.

Quiere decirse que González Bravo es autodidacta, aunque estudió dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz. Allí acudía a las clases por las noches y entonces recibió como regalo una caja de pintura.

"Yo nací pintor. Dibujo desde que tenía uso de razón, es algo genético en mí. Sólo por diversas razones... bueno en la España de entonces no era fácil hacerse artista. Digamos que me obligaron a optar por una profesión; pero la vocación acabó por imponerse". Ese momento fue a finales de los 80. Ya se había formado como artista estudiando por su cuenta a fondo la obra de los clásicos y los contemporáneos. "He seguido mi camino", afirma.

Y ese camino arranca en una pintura figurativa, naturalista, con la presencia del paisaje, atraviesa el expresionismo y poco a poco desembocó en el informalismo. "Fue algo natural. La pintura se fue sintetizando poco a poco hasta aparecer esa abstracción. Pero en ella hay un trasfondo del paisaje: un paisaje vivido y sentido".

En esta línea, explica el artista pacense, sus cuadros "son autobiográficos, casi autorretratos; claro que hay que saber leerlos. Pero sí, mi pintura refleja aquello que yo soy".

Con sus frecuentes viajes de ida y vuelta entre España y Portugal, González Bravo no alberga sentimientos de nostalgia por la separación de su país. Eso sí, mantiene la nacionalidad española. "Es algo que uno lleva dentro desde que nace. Pero yo vivo a gusto en Portugal". Y desde allí observa con curiosidad esas periódicas tensiones entre lo portugués y lo español más acusadas en aquel país. "Hay quienes hablan de federación con España y quienes proclaman su nacionalismo y no quieren saber nada de esa idea de iberismo".

Sonríe cuando le hablan de este tiempo de mudanza artística en el mundo "que no acabamos de ver". Ordenadores, nuevas obras generadas por bits. "Es algo natural. Son nuevos medios de expresión y los artistas los usan. Pero la pintura nació en la prehistoria y ha llegado hasta aquí y seguirá porque está dentro del hombre. Se pintará de manera diferente, pero mantendrá su vigencia".

Para un pintor extremeño, hay admiraciones que no se le escapan. Y tratándose de alguien que ama el paisaje de esta zona geográfica, la obra de Ortega Muñoz se encuentra entre sus preferencias. "Supo reflejar la inmensidad del paisaje". Incondicional también de Juan Barjola ("otro de los mejores expresionistas"), González Bravo echa en falta un mayor reconocimiento. "No le hemos dado la importancia que tiene", afirma.

En todo artista hay un periodo de formación a partir de sus clásicos y de sus contemporáneos. De las visitas al Museo del Prado, cita a Goya y sus pinturas negras . Pero sobre todo piensa en aquellos artistas de los que se considera afín. Los expresionistas abstractos americanos de los años 50 y 60; la pintura informalista alemana de los 60 y 70, "que tanto me ha marcado": la obra de Dahmen o de Schumacher, "uno de los mejores pintores de la segunda mitad del siglo XX y que en España es desconocido". También De Kooning o Clifford Steel. Pedro Pizarro amplía la nómina de creadores que nutren a González Bravo: Dubuffet, Rothko, Robert Motherwell. "El --dice del extremeño-- es un pintor mental. Hace su obra aunque no tenga un pincel en la mano".