No se sabe muy bien cómo, pero lo cierto es que la plaga del picudo rojo avanza en su expansión por Extremadura. El insecto invasor que devora las palmeras está ya presente en 93 términos municipales, principalmente de la provincia de Badajoz y de ellos al menos 35 han sido detectados en el último año, principalmente «en este invierno», concretan desde la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente. No en vano, los trabajos para frenar su propagación se están intensificando y solo en el último año se han realizado 400 inspecciones por parte de la Dirección General de Agricultura y Ganadería para detectar la presencia de nuevos focos (y tratar, si es posible, sus efectos) y se han talado y destruido 156 palmeras. En todo caso, cada cual es responsable de sus palmeras según se recoge en la resolución de 12 de diciembre de 2016 que establece las medidas para la erradicación de este organismo; y por tanto la Junta únicamente se ocupa de la sanidad de las palmeras en sus instalaciones y deben hacer lo propio todos los ayuntamientos y particulares con este tipo de plantas.

El picudo rojo es el nombre común con el que se conoce al rhynchophorus ferrugineus, un organismo de origen asiático que se cree que llegó a la región procedente de Egipto en el 2013. Los tres primeros focos se detectaron en Madrigal de la Vera aunque un año después ya estaban en Badajoz y es en esta provincia en la que más se ha acusado su presencia después.

Hay estudios en marcha, pero aún falta bastante información sobre esta plaga que afecta únicamente a los ejemplares de palmeras datilera y canaria, que en Extremadura tienen exclusivamente un uso ornamental. El insecto pone huevos en el interior de las palmeras y la larva que sale va devorando el tronco desde dentro hasta llegar a las hojas. Las larvas crecen y se convierten en un nuevo insecto que vuela y coloniza otras palmeras propagando así la plaga.

Desde la Junta afirman que la expansión de la plaga se está llevando a cabo «por dispersión natural». Lo que falta por determinar aún es cómo. «No sabemos aún muy bien cómo se está propagando ni por qué afecta más a la provincia de Badajoz, si es por el clima o porque haya un mayor número de ejemplares de palmeras en los núcleos urbanos», explica José Luis Pérez Bote, profesor del área de Zoología y experto en invasoras de la Uex. Por eso la mejor medida preventiva por el momento es la vigilancia: revisar constantemente los ejemplares, tratarlos en caso de detectar la presencia de picudo rojo y eliminar aquellas palmeras en los que el tratamiento no logra erradicar la infección, triturando, enterrando o quemando después los restos.

«Son tratamientos muy caros y las administraciones los llevan a cabo, pero no pasa lo mismo con los particulares, por lo que en esos casos, la mayoría de los ejemplares al final mueren», reconoce el experto de la Uex. El mantenimiento necesario contra la enfermedad puede suponer entre 400 y 500 euros por ejemplar.

más en badajoz/Aunque la plaga se detectó primero en la provincia de Cáceres, la gran expansión del picudo rojo se ha producido en el área de Badajoz. Solo en la capital pacense se han detectado desde el año 2014 un total de 71 ejemplares de palmeras afectadas por el organismo, más de la mitad en el último año (en 2014 se detectaron 14 ejemplares afectados, 13 en los años 2015 y 2016 y la cifra se elevó hasta las 41 en el último año). Además en este tiempo han tenido que retirar de las calles de la ciudad 22 ejemplares por la infección, de ellos la mitad en el 2017 (fueron 4 en 2014, 3 en 2015, 5 en 2016 y 11 en 2017, según los datos del Ayuntamiento de Badajoz).

El consistorio tiene además un equipo adscrito al área de parques y jardines, dedicado exclusivamente al tratamiento de las palmeras. Se lleva a cabo con tres procedimientos distintos en función de los casos.

Por su parte la Junta de Extremadura ha realizado desde el inicio de la plaga un total de 950 inspecciones en las que se han detectado 697 palmeras afectadas. En todo caso, menos de un tercio (220 palmeras en total) han debido ser taladas a causa de la infección, según los datos de los que tienen constancia, aunque reconocen que «podrían ser más».