Ya se sabe que las elecciones no las gana quien está en la oposición, sino que las pierde quien está en el gobierno. Digamos que el poder le otorga a quien lo ejerce un plus con respecto a sus inmediatos competidores por el mero hecho de que gran parte del electorado es conservador en el voto, es decir, aplican aquello de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer y disculpan errores de su mandatario si a cambio la cosa va más o menos bien. ¿Y qué es la cosa? Pues básicamente la economía, el empleo y el mantenimiento de los servicios básicos.

Monago es consciente de ello y, de un tiempo a esta parte, ha iniciado la venta de sus logros en contraposición con lo anterior. Sabe que le restan apenas cinco meses para las elecciones y, al final, los electores, inmersos en todo tipo de dudas populistas, elegirán a su presidente más por olfato que por los cantos de sirena que vengan desde lo desconocido.

Las últimas apariciones del presidente extremeño, sobre todo en foros de empresarios, han sido para lanzar consignas en este sentido: bajada de impuestos que se han traducido en mayor recaudación (no hay nada que le guste más a un empresario que le bajen los impuestos), 1.372 autónomos más que en diciembre de 2011, un 15% más de creación de empresas y un 20% menos de disolución de sociedades; un 42% menos de concursos de acreedores, un crecimiento exponencial de la confianza empresarial así como de la actividad emprendedora y, sobre todo, menos paro. Extremadura, al menos por ahora, cambia de tendencia y se aleja de Andalucía en tasa de desempleo al bajar al 27% y dejar a su comunidad vecina en el 35%. Monago se atreve a decir ya, el jueves fue la última vez, que alcanzaremos la tasa de paro del 25% el año que viene si finalmente se aprueba la reforma fiscal que propone y que, encima, la precariedad del mercado laboral --la mayor crítica que le llega ahora desde los sindicatos--, va a ser su caballo de batalla a partir de ahora.

El presidente extremeño y sus estrategas quieren exteriorizar la idea de que son eficaces en la gestión, poner de manifiesto en todos los ámbitos donde puedan la vieja teoría de que el PP puede tener muchos fallos de otra índole, pero ha venido a arreglar lo que otros estropearon. ¿Funcionará? Pues nadie lo sabe a ciencia cierta, ni ellos mismos siquiera, porque es tal la maraña contrapoder existente ahí fuera que resulta una incógnita determinar si las viejas fórmulas de la política siguen resultando eficaces ahora.

Los populares son conscientes de que Extremadura ha sido siempre ideológicamente del PSOE, pero también que en 2011 mandaron a Vara y a los suyos a la sombra de la oposición, sobre todo por la mala situación de la economía nacional con Zapatero, cuyo cúmulo de errores en la gestión de la crisis llevó a este país a un agujero del que todavía no ha salido. Y es que los éxitos sociales son muy importantes, pero el dios don dinero pone al final a cada uno en su sitio.

Lo cierto y real es que el PP no da nada por perdido. Sus cuarteles han entrado en ebullición, siendo Monago el primero en augurar una victoria. Y es que en estrategia electoral hay un principio básico y es que los ciudadanos jamás votan a quien no ven como ganador. Si el propio candidato se sitúa en una posición de derrota o de debilidad frente a hipotéticos pactos postelectorales, los ciudadanos acaban posicionándolo realmente en ese lugar.

Monago y los suyos quieren un segundo mandato como sea. Saben que si su asalto al Gobierno por vez primera no tiene segunda parte, al PP le costará años volver a él pues su gobierno será considerado un mero accidente del PSOE. Los populares tienen que demostrar que su ascenso a las mieles del poder fue por algo y que los ciudadanos han sabido recompensarlo con su apoyo nuevamente, por mucho que el campo de batalla se haya deteriorado con la llegada de nuevo actores o las reglas del juego tradicionales hayan cambiado para siempre.