La pasada semana el INE dio a conocer los datos del padrón continuo a 1 de enero del 2017, que revelaron que la población extremeña cayó en solo un año en 8.554 personas, hasta situarse la cifra total en 1.079.022. El descenso fue el segundo mayor de todo el país, solo superado en términos porcentuales por Castilla y León. Sin embargo, no fue el único dato preocupante que pusieron de manifiesto estas cifras en relación a cuál está siendo la evolución demográfica de la comunidad autónoma.

Así, las cifras del padrón han vuelto a mostrar que la distribución poblacional extremeña se parece cada vez más a una pirámide invertida. Una figura más ancha por arriba, en los tramos de mayor edad, que por su base, los más jóvenes. Se trata de una cuestión, la del envejecimiento demográfico, que plantea importantes desafíos en materias como la cobertura y el gasto sanitarios, la mayor incidencia de la discapacidad o el pago de pensiones.

En este sentido, la edad media en la comunidad autónoma se sitúa ya en 43,8 años (42,6 en el caso de los hombres y 45,1 en el de las mujeres), tres meses y medio más elevada que en el 2016 y casi un año por encima de la media española. Desde que arranca esta medición en 1998, el promedio no ha parado de subir a partir de los 39,2 años iniciales. Entre el grupo de edad que va de cero a cuatro años y el que abarca de los 50 a los 54, cada tramo quinquenal de población va sumando en Extremadura más personas que el que le precede.

También es significativo que haya más extremeños entre los 70 y los 74 años (48.467) que menores de cuatro (44.205). De hecho, a pesar de que la región ha perdido más de 8.000 habitantes en un año, ha ganado 2.628 mayores de sesenta, colectivo que supone más de una cuarta parte de la población total. Por contra, en el segmento que discurre entre los 20 y los 34 años se contabilizaron 6.652 personas menos y, si se amplía la comparación a todos los menores de 35, la disminución es de más de diez mil personas (10.111). Esta tendencia se puede vincular con otras dos estadísticas del INE. Por un lado, la de nacimientos. Los inscritos en Extremadura han bajado de 10.172 en el 2010 a 8.954 en el 2015 (últimos datos anuales disponibles). Por otro, la de migraciones: en ese mismo periodo, para el tramo de edad de los 20 a los 34, el saldo migratorio negativo de Extremadura con otras comunidades es de 7.635 personas. Además, a esta pérdida hay que agregar el flujo migratorio con el extranjero, que en este mismo intervalo de edades es de -1.233 personas, con lo que el total roza los 9.000 jóvenes perdidos.

La caída de la población inmigrante (de más de una cuarta parte en un lustro) también contribuye a elevar la edad media de los residentes en la región, ya que la de los extranjeros que viven en la comunidad autónoma se sitúa casi una década por debajo de la de los españoles empadronados en la comunidad autónoma (34,4 años frente a 44,1).

Por otro lado, los municipios extremeños que no superan el medio millar de vecinos son ya 115, casi un 30% del total y cinco más que en el 2016. En el caso de los que se quedan antes de la frontera de las mil almas, son 215, más de la mitad de los 388 que se distribuyen por toda la geografía autonómica. Sin embargo, a pesar de que suponen más de un 55% de todas las localidades, en ellos vive menos de un 10% de toda la población.

DISTINTA POR PROVINCIAS / La situación es bastante diferente, en cualquier caso, entre las dos provincias extremeñas. En el caso de la de Cáceres, con un mayor número de estas pequeñas poblaciones (155), la proporción de empadronados que residen en ellas es del 17,6%, mientras que en Badajoz es de poco más del 5%.

El tamaño de los municipios está vinculado, además, al envejecimiento: en los pueblos que no pasan de cien habitantes, la edad media es de 56,7 años, y en los que van de 101 a 500, de 53,1. Por el contrario, en Badajoz es de 40,8 años, mientras que en Mérida y Cáceres (únicas poblaciones que están en el tramo de 50.001 a 100.000 habitantes), es de 41,5 años.