El verano es una época en la que se suceden las llamadas olas de calor, que afectan especialmente a niños, ancianos y enfermos crónicos. Para evitar el temido ‘golpe de calor’ y sus efectos nocivos sobre la salud es necesario tomar una serie de precauciones elementales. Lo primero es no exponerse al sol en las horas centrales del día (11 de la mañana a 21.00 horas) y no realizar ejercicios físicos intensos en esa franja horaria.

En segundo lugar juega un papel muy importante la hidratación. La ingestión de agua fresca es clave para reponer los líquidos que se pierden a través del sudor, e incluso si no se tiene la sensación de estar sudando. Gustavo González, médico de la Dirección General de Salud Pública, recomienda beber de 1-2 litros de agua diarios, evitando bebidas alcohólicas, té, café y bebidas azúcaradas.

Otro pilar es la alimentación. En esta época del año hay que ingerir comidas frescas que repongan las sales minerales que estamos perdiendo por el sudor, además de evitar los alimentos grasos que nos proporcionan más calorías. Frutas, verduras, ensaladas y gazpachos son perfectos para esta época.

Además hay que acondicionar la vivienda. Para aquellos que no dispongan de sistemas de climatización puede aconsejarse la instalación de ventiladores o airear la vivienda cuando menos calor hace. También es bueno que las ventanas estén cerradas y las persianas bajadas en los momentos de más intensidad del sol.

Los niños y personas mayores tienen que estar especialmente vigilados pues son más vulnerables a los ‘golpes de calor’. Hay que ofrecerles agua, incluso aunque no tengan ganas de beber. En el caso de los ancianos si toman medicaciones crónicas hay que extremar las precauciones, por ejemplo nunca dejarlos dentro de un vehículo aunque la ausencia vaya a ser mínima.

La ropa juega un papel también muy importante en estos días de calor. Debemos vestirnos con prendas de color claro y de tejidos que faciliten la transpiración, vestidos anchos, calzado cómodo y no ir apretado.

Sentido común

En general la mejor forma de protegerse durante los días de mucho calor es usar el sentido común y los sistemas tradicionales que nuestra cultura ha utilizado para protegerse de los rigores del verano.

Para reconocer si alguien está sufriendo un golpe de calor hay que atender a los síntomas, que son más acusados en función de la gravedad del cuadro, del tiempo que esa persona haya estado expuesta.

En casos leves, se produce un aumento de la temperatura corporal, con fiebre que no supera los 40 grados y dolor de cabeza, mareos y vómitos.

Si la exposición al sol sigue aparece el ‘golpe de calor’, en el que el organismo no es capaz de controlar la temperatura, que se dispara por encima de los 40 grados y no hay sudoración. La piel se pone caliente y muy enrojecida. El dolor de cabeza se agudiza. Puede haber pérdida de conocimiento y llegar al coma. También pueden aparecer calambres y agotamiento.

Si comenzamos a sentir esos síntomas lo primero es quitarnos del sol, buscar la sombra, descansar, aligerarnos de la ropa, tomar agua y mojarnos con toallas húmedas.

Nunca hay que darle al afectado alcohol o líquidos como cafeíne, té o refrescos de cola. Debe descansar generalmente con los pies en alto, tomar un baño o una ducha con agua fresca, aplicar compresas o paños mojados en agua fría en el cuerpo (frente, axilas, ingles, muñecas) y ponerse ropa ligera.

Si a pesar de ello los síntomas se agravan hay que acudir al centro sanitario más próximo para que se atendido por profesionales.