La ausencia de lluvia se ha dejado notar en los últimos doce meses atendiendo al nivel en el que se encuentran en la actualidad los embalses extremeños. Este mes termina un nuevo año hidrológico (de octubre del 2007 a septiembre del 2008 ambos inclusive) y lo hace con algo más de un billón de litros menos de agua embalsada en las presas de la región en este período, concretamente 1.010 hectómetros cúbicos menos, según los datos de las confederaciones hidrográficas del Guadiana y Tajo. Esta cifra equivale al consumo de agua que tienen en Extremadura los hogares, los negocios y los ayuntamientos, y exceptuando el que va a la agricultura. Pese a ello, las reservas de agua existentes garantizan el abastecimiento general de la población. En este sentido, los embalses de los que se abastecen las principales ciudades extremeñas han sufrido un recorte significativo. Así, Alange, del que se nutre Mérida, pierde un 10% de agua embalsada y está al 28% de capacidad; el Guadiloba, que abastece a Cáceres, pierde 2.000 millones de litros y está al 55%; y la presa de Villar del Rey, que sirve a la ciudad de Badajoz tiene hoy 9.000 millones de litros menos y está al 64% de su capacidad.

La tendencia anual es la pérdida progresiva de agua en los pantanos, pero en este último año la situación más grave es la que están atravesando los más grandes como los de La Serena (292.000 millones de litros menos --292 hectómetros cúbicos--), Cíjara (244.000) y Alcántara (232.000). Entre los tres acumulan el 76% del recorte global. Por el contrario, la presa de Orellana es la única que tiene a día de hoy una considerable mayor cantidad de agua que hace un año (22.000 millones de litros más).

Para conocer en mayor profundidad el alcance de la sequía y la situación en los embalses de la región, basta señalar que esa pérdida de agua embalsada serviría para llenar los pantanos del Zújar, Torrejón y García Sola juntos. Otros ejemplos significativos que salen de extrapolar la última encuesta del INE sobre suministro y tratamiento del agua, destacan que esa pérdida equivale al consumo total que se haría en Extremadura durante ocho meses; al que tienen quince millones de personas al año en sus hogares, o al que serviría para abastecer el regadío de los cultivos extremeños durante buena parte del año (la agricultura en la comunidad autónoma gasta en torno a 1,4 billones de litros de agua al año).

CONSECUENCIAS DISTINTAS Pese a esta disminución, la situación no es igual en todos los pantanos y las consecuencias, tampoco. Así, el hecho de que los pantanos de La Serena y Cíjara estén al 42% de su capacidad, y que el de Alcántara (almacena el 50% de agua que puede acumular) sufran las mayores pérdidas, no tiene los mismos efectos que, por ejemplo, los 91.000 millones de litros que ha perdido el de Alange, los 5.000 millones del de Salor (que está al 28%), o los 61.000 del García de Sola (al 40%), ya que son embalses más pequeños donde se notan más sensiblemente esas pérdidas.

En otros pantanos relevantes como los cacereños de Valdecañas y el Gabriel y Galán la situación tampoco es muy halagüeña, con pérdidas en el último año de 30.000 y 1.000 millones de litros de agua, respectivamente; al igual que en el pacense de Los Canchales, fundamental para el regadío de las Vegas Bajas, que tiene 7.000 menos.

Se salvan de esta tendencia las presas de Orellana, que gana 22 hectómetros cúbicos; Cedillo, con 3 hectómetros cúbicos más, y Las de Tentudía y Borbollón, con uno más. Además, también destacan las de Valdeobispo, Los Molinos y Llerena, que están al 96%, 91% y 88% de su capacidad, respectivamente.