Fue el 11 de febrero de 1810 cuando Badajoz vio llegar por primera vez a los franceses pidiendo su rendición. Menacho consiguió en la madrugada de esa noche atravesar la línea francesa que circundaba Badajoz y entrar en la ciudad, tras lo cual los franceses se marcharon al no tener medios para sostener un asedio.

Los franceses fueron ocupando casi todo el territorio extremeño, hasta que el 26 de enero de 1811 llegan de nuevo sus fuerzas, esta vez comandadas por el Mariscal Soult, para sitiar Badajoz. Dos días después comienzan las obras del sitio. Las continuas salidas de fuerzas de la plaza intentaban desbaratar e impedir las obras que realizaban los sitiadores.

El 5 de febrero llega el general Mendizábal con sus hombres para socorrer Badajoz, acampando en Santa Engracia.

El día 11 los franceses toman el fuerte de Pardaleras por sorpresa, no teniendo más remedio Menacho que ordenar su destrucción, pero por los caminos cubiertos conseguirán llevar los franceses su artillería y sobre los escombros disparan contra la cortina de la muralla.

El día 19 fueron derrotadas y dispersadas las fuerzas de Mendizábal acampadas en Santa Engracia. La situación de Badajoz empeoraba cada día. Dispuesto a no ceder, Menacho ordenó que se formara una segunda muralla detrás de los baluartes, cortó todas las bocacalles que daban salida a la muralla, aspilleró sus casas, desempedró las calles para conseguir proyectiles. Soult se quejó por el lanzamiento desde los morteros de las piedras de las calles de Badajoz, por no ser ley de guerra, pero Menacho estaba dispuesto a defenderse de la manera que podía y quería.

Badajoz resistía con coraje a pesar del bombardeo intenso al que estaba sometida, pero el 4 de marzo, la brecha abierta en la cortina de la muralla, entre los baluartes de Santiago y San Juan, junto al Campo de San Francisco, hacía peligrar la posesión de la ciudad. Sobre el baluarte de Santiago, Menacho, constante en sostener la plaza que la nación le había confiado, ordenó que los granaderos de todos los cuerpos de la guarnición hiciesen una salida para clavar la artillería y destruir las baterías imperiales, y en el acto de verificarlo, en su puesto en la muralla, despreciando como valiente el fuego, y animando con su persona la tropa, como verdadero Jefe, una bala de metralla le penetró el vientre, su cuerpo no admitió ya más heridas y lo dejó muerto. Perdió la vida antes que la plaza, y huérfana Badajoz de Menacho, seis días después la rendían a los franceses.