La producción nacional de tomate para su transformación en las industrias se estima esta campaña en 1,8 millones de toneladas, con lo que no se satisfará la contratación inicial de 2,2 millones, una circunstancia que se debe a las malas condiciones meteorológicas durante el pasado invierno. Así se afirma en un trabajo publicado en el último número de la revista periódica de Cooperativas Agro-alimentarias de Extremadura y que recoge la agencia Efe.

El estudio detalla que se trata de las estimaciones del sector y que este año el descenso de la superficie cultivada se eleva a un 10&% con respecto a la de la anterior campaña. "De este modo, el sector ve difícil alcanzar la contratación inicial de 2,2 millones de toneladas".

Las malas condiciones meteorológicas han consistido en precipitaciones "considerablemente superiores a las normales" que perjudican a la fase de implantación del cultivo y "se traducirán en una reducción adicional de la producción".

Además, la duración de las lluvias desde diciembre hasta marzo provocó que la preparación de las tierras de cultivo "no se esté llevando a cabo según los estándares habituales en años meteorológicamente normales".

En concreto, el estudio establece que en numerosos casos ha sido "prácticamente imposible" llevar a cabo labores previas y necesarias como el desinfectado de las parcelas.

Esto se demuestra, se argumenta, con el hecho de que la venta de productos desinfectantes haya descendido este año un 80 por ciento respecto a la pasada campaña.

También se explica que las lluvias han obligado a sembrar primero en las "tierras buenas" ya que únicamente éstas han permitido su preparación, por lo que el tomate "tardío" se sembrará en las "tierras pesadas", que "reúnen, a priori, peores condiciones para su recolección en septiembre, cuando, a su vez, es más probable de nuevo la aparición de lluvias".

Asimismo, otra circunstancia negativa es que el retraso en el trasplante de las plantas de invernaderos haya provocado la pérdida de ejemplares e impedido el escalonamiento del cultivo.

Esto provocará "una concentración de las entradas de tomate a las fábricas que podría traducirse en la imposibilidad material, en mucho casos, de procesar las cantidades requeridas, con la evidente influencia en el desarrollo de la campaña y la correspondiente merma de los kilos por hectárea recepcionables".