Día 1 de mayo del 2011: los sindicatos convocan una protesta general en las principales ciudades extremeñas --y en el resto del país-- contra el desempleo y los recortes sociales. Clásico cartel a la cabeza y pocos recuerdos de aquella jornada.

Día 15 de mayo del 2011: las redes sociales sacaron en Madrid a cerca de 10.000 personas, en Extremadura el movimiento fue calando poco a poco en los días sucesivos y reuniendo a cientos de extremeños indignados. Casi ninguna pancarta, y las que había, caseras. Sin servicio de orden, sin convocantes. Las diferencias entre ambas citas las define un catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Subirats, como el paso de una manifestación de la sociedad industrial a una de la sociedad postindustrial.

"La lucha del esclavo por su libertad es distinta a la de siervo por su tierra, la del obrero por un salario digno, la de la mujer por la igualdad o la del estudiante seteayochista por la expansión de las libertades civiles", señala el sociólogo y licenciado en Ciencias Políticas Artemio Baigorri para argumentar que tanto la raíz, el método y la efectividad de las protestas ha cambiado a lo largo de los años. Y ahora no iba a ser menor. "El problema no son hoy los salarios, sino la falta de salario, e incluso de subsidio, y sus consecuencias", pero también apunta Baigorri a la tecnología.

Es evidente, sostiene el sociólogo de la Uex Domingo Barbolla. "La red puede llegar a movilizar su expresión en la calle pero básicamente es una respuesta de cabreo, de malestar que se queda muchas veces ahí; ahora bien, cuando esa respuesta sale de la propia red se manifiesta de forma desorganizada, es decir, no se canaliza a través de las instituciones tradicionales, ya sean sindicatos o partidos políticos, es más, parece que estos acaban molestando. Esa fue la lógica del 15-M y del modelo actual que va cambiando", cuenta.

Ese día fue el punto de inflexión. "Ahí empezó el cambio de las últimas protestas ciudadanas. El 15-M aglutinó el descontento generalizado con todas las estructuras e instituciones, la crisis económica fue la gota que rebosó el vaso", apunta José Ignacio Urquijo, vicepresidente de la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura y editor de 'Almenara'.

LOS AÑOS DE TRANSICION Hablando de los indignados, Urquijo compara este periodo con la Transición democrática de 1978. "Entonces se pensaba que moviéndose socialmente todos se podían cambiar las cosas". Pero es solo en esa búsqueda de la utopía donde encuentra similitudes. "Durante la Transición no existía la libertad, ahora, aunque estamos en democracia, esa libertad está taponada por la desilusión. En la primera ese movimiento social dio lugar a cientos de siglas de partidos y sindicatos que desembocaron en unos pocos, ahora, en este movimiento social mucho más asambleario y fresco, las cosas pueden ser distintas". Cuenta que de aquella explosión persisten pequeños grupos. Es el efecto de no tener una estructura, "pero puede que aún haya una mayor coordinación y que el movimiento se haga fuerte. Hay voces en Europa que alertan del malestar social que existe y de posibles revueltas sociales", insiste Urquijo.

Entre las diferencias con los años de Transición destaca la forma de organización. "Ya hay teóricos reflexionando sobre la nueva forma de afrontar este momento histórico que viene motivado --como comparte Baigorri-- no solo por la crisis económica, la reestructuración está vinculada a las nuevas tecnologías, que están generando otras formas de estar en el mundo, de representar voluntades. Eso hace que la democracia sea más profunda, más real", añade Barbolla.

Otras formas de estar en el mundo, de salir a la calle, pero "a lo Gandhi". Este sociólogo aprecia que las expresiones de violencia en esos movimientos sin grandes siglas, están siendo pequeñas. "Es una línea roja que no se está traspasando, aunque la historia muestra que casi todos los cambios se producen a través de movimientos violentos, esperemos que ese cambio ahora pero con menor coste".

De momento, es la intención que tienen colectivos como la Plataforma por la Renta Básica, que mantiene acampadas en Mérida y Plasencia desde hace cuatro semanas. Una de sus caras más visibles, Marisa Prudencia, asegura que la raíz del cambio son los motivos. "Ahora salimos a la calle para defender derechos humanos, la situación yo la defino de guerra de ricos contra pobres, pero nos manifestamos de forma pacífica porque sino se puede armar muy gorda".

Prudencio señala que la "situación de emergencia" que viven muchas familias es la que ha propiciado respuestas distintas. "Ya no nos valen las conductas aprendidas. Nos organizamos en función de la situación social, la ruta de los bancos para parar los desahucios, el campamento Dignidad para pedir una renta básica...". Ciudadanos de frente a sus problemas cuyas soluciones no encuentran en los sindicatos. "La manera en que estos han derivado no son cercanos a la ciudadanía. No los critico, pero por aquí --acampada-- pasan cada día 300 personas en busca de una solución rápida porque van a ser desahuciadoa o porque no tienen qué comer... Los sindicatos funcionan de otra manera".

Y así parece. "Son estructuras del modelo. Está bien que haya unidad con políticos e instituciones sociales, pero no obedece a la lógica de la situación. Los sindicatos están desmembrados, están perdiendo su espacio y es difícil reconquistarlo", sostiene el sociólogo Barbolla.

Coincide su colega Baigorri. "En la medida en que no han sido capaces de adaptarse plenamente primero a una economía de servicios y luego a una crisis del trabajo asalariado, están perdiendo peso. Hace 30 años planteaban conflictos, protestas a las que otros sectores ciudadanos se unían. Hoy los sindicatos buscan permanentemente a qué protesta social unirse para no quedar como 'outsiders'. Han perdido la capacidad de parar un país que hace medio siglo tenían. Hoy les resultaría imposible, como se pone de manifiesto en los intentos de huelga general de las últimas décadas en España", aduce.

Ellos no opinan lo mismo. "No hemos sufrido muchos cambios desde nuestra perspectiva. El peso de las grandes movilizaciones la seguimos teniendo los grandes sindicatos, aunque haya nuevos grupos, a las que nos sumamos", opina Fernando Sánchez, responsable de Comunicación de CCOO.

CONTRA LOS DESAHUCIOS "Nosotros hemos presentado también miles de firmas contra los desahucios. La gente no se ha alejado de los sindicatos, creo que más bien al contrario, pero la situación actual hace que salgan más a la calle y eso es bueno", argumenta Rosario Riñones, secretaria de Acción Sindical de UGT. Consciente de que el cariz de los problemas ha cambiado, Riñones hace autocrítica: "quizás tenemos que acelerar la respuesta pero la acción está en la calle y en cada centro de trabajo".

Desde el punto de vista de Urquijo, partidos y sindicatos son fuerzas necesarias por muy institucionales que sean. "Ahora quizás es el momento de que cambien en su forma de expresión, de atención y actuación. No es nuevo que existe un descrédito de las grandes instituciones", dice, y que cada vez parece mayor. "Hay que quitarse de la mente el mito de que los sistemas de intermediación han sido los únicos de protesta. Unicamente la protesta de trabajadores por el salario o las condiciones de trabajo han tenido esas características", añade Baigorri. Junto a estas, han pervivido otras formas: "los movimientos ecologistas tienen medio siglo; las organizaciones feministas, un siglo; las revueltas ciudadanas imprevistas, como estallidos sociales, han sido no menos habituales en zonas de exclusión social. Los sistemas de intermediación han intentado canalizarlas, pero nunca les ha sido posible".

Barbolla pone un ejemplo: La respuesta a diversos atentados. "Estábamos en bonanza económica y el país se puso al lado de las instituciones. El Basta Ya fue muy famoso, pero estaba canalizado por un sentimiento adherido a las instituciones. Ahora no tiene nada que ver con eso y ahora es mucho más serio que todo eso. La gente está muriendo de otra manera y está afectando a muchísimos millones de individuos. La situación es de mayor complejidad y, sin embargo, existe esa desmembración, esa forma autónoma de salir y veremos hasta dónde".