TLta crisis económica que está azotando al planeta tiene algunas repercusiones positivas que considero interesantes analizar, especialmente porque suponen una serie de oportunidades para los pueblos extremeños y porque aportan un ingente valor añadido necesario para mantener vivas algunas aspiraciones, estrechamente relacionadas con el incremento de la población y la actividad productiva en el medio rural.

Ante el déficit poblacional arrastrado con carácter general en algunas comarcas extremeñas, especialmente aquellas ubicadas en zonas de montaña o de condiciones agronómicas desfavorables, surge ahora un movimiento favorable de la ciudad al campo que arrastra a familias enteras, generalmente jóvenes bien formados y con estudios universitarios, que desesperados y cansados de buscar empleo en las urbes aspiran a emprender una nueva vida en un territorio rural, posiblemente con un mayor abanico de posibilidades de empleo, o al menos con una menor competencia a la hora de sumergirse en el mercado laboral, castigado fuertemente por el paro y por el cierre de un buen número de empresas.

Estos flujos migratorios deben tenerse en cuenta de un modo especial por quienes tienen la responsabilidad de articular políticas de empleo y de emprendimiento, y de un modo especial por la población local que debe sensibilizarse al respecto y dejar de lado algunos prejuicios --en mi opinión sin fundamento-- que en ocasiones provocan el rechazo hacia este capital humano, insisto necesario y crucial, para el futuro de nuestros pueblos. Quienes hemos decidido vivir en un pueblo sabemos de la necesidad de esta acogida, de incrementar la población y de generar actividades productivas diversificadas que eviten ese despoblamiento al que me refería anteriormente y que puede ser letal en algunos casos. La coyuntura actual se presenta muy favorable para, en este contexto, reflotar algunas actividades como la agricultura, la artesanía y el comercio, indispensables para la sostenibilidad del mundo rural.