No hay mejor manera de poder comprender a los demás que metiéndose en su propia piel y mucho más positivo lo es si esa sensibilización tiene como herramienta principal la Educación. Por ello y para lograr una mayor concienciación hacia aquellas personas que sufren algún tipo de deficiencia más o menos severa, en este caso auditiva, el mejor método para la comprensión es sentirse y actuar como ellos. Precisamente, en alcanzar este reto trabajan de manera intensa los alumnos del 6º curso de Primaria del colegio público San José de Calasanz, de Riolobos, que en estos días están inmersos en un proyecto educativo europeo denominado ITEC y que trata de dar un nuevo enfoque a las aulas del siglo XXI con la pretensión de profundizar en el provecho de las nuevas tecnologías.

Con el apoyo de José Carlos Iglesias, tutor de los alumnos, y Pedro Pereira, director del centro, los estudiantes han optado por un fin concreto: entender a aquellas personas que padecen una deficiencia auditiva. Para ello, han decidido adaptar el popular cuento infantil titulado Los tres cerditos al lenguaje de los signos. "A través de las nuevas tecnologías deben recopilar información, realizar un profundo trabajo de investigación y preparar un material digital que será evaluado por la Universidad de Manchester", explicó el director del centro, Pedro Pereira.

Para ello, en estos días se han puesto en contacto con la Asociación Cacereña de Padres y Amigos de los Sordos (Ascapas), que cuenta con una sede en Plasencia, donde inmediatamente recibieron el apoyo de sus profesionales: Minerva Vicente Pérez y María Gómez González. "Acudieron al colegio para ayudar a nuestros alumnos a comprender en qué consiste la hipoacusia o sordera y cuáles son sus consecuencias en distintos niveles además de enseñarles a contar y a saludar en signos", explicó Pereira. De la misma manera, alumnos y maestros visitaron la sede de la asociación para preparar el cuento, adaptándolo a la estructura lingüística que se utiliza en el lenguaje de las personas sordas y aprendiendo a hacer los gestos de cada frase.

A este trabajo, se sumó un testimonio esencial, el de Dolores Hernández Cruz, una mujer con una deficiencia auditiva severa que contó cómo fue su experiencia de pequeña en un colegio de monjas para aprender a vocalizar. "Eran otros tiempos y era mucho más duro que ahora", añadió Dolores que actualmente disfruta de un implante que le ofrece la posibilidad de escuchar a alumnos como los de Riolobos, que también se esfuerzan en entender a personas como ella.