Vitoriano ha sido testigo de la evolución de su pueblo. En 1950 Romangordo contaba más de 700 habitantes, pero llegó la emigración y a principios de los 90 apenas tenía 150. «Mucha gente se marchó y empezó a decaer», dice este vecino de 81 años. Contra todo pronóstico, hace tiempo que consiguió invertir esta tendencia negativa y resurgió. Ahora tiene unos 260 habitantes. ¿Cómo lo ha logrado? El antes y el después se llama Residencia de Mayores Pablo Naranjo, de gestión municipal. Se abrió en 1999 como un centro residencial para personas válidas con 20 plazas, pero llegó el día en que esos mayores se volvieron dependientes y el ayuntamiento decidió ampliar sus plazas. En 2006 el centro de mayores ya disponía de 50 plazas residenciales (19 de ellas concertadas con el Sepad) que son atendidas por una veintena de trabajadores. Muchos de ellos son jóvenes que como Miguel están devolviendo la vida al municipio. Hace casi una década que llegó a Romangordo para trabajar de cocinero y hace siete años que se convirtió en padre. Y esto propició otro hito en el municipio: el colegio público volvió a abrir tras 22 años cerrado. Ahora tiene dos unidades y 14 alumnos, la mayoría del pueblo pero también hay algunos niños de Higuera y Miravete.

«El pueblo ha cambiado mucho, la residencia de mayores se ha convertido en el motor más importante; ha mantenido a las familias jóvenes que teníamos y también ha atraído a otras de fuera», señala Rosario Cordero, alcaldesa de este municipio y también presidenta de la Diputación Provincial de Cáceres.

Pero el milagro de Romangordo sigue multiplicándose y ya avisa Cordero que en los próximos años podrían alcanzar perfectamente los 350 o 400 habitantes. ¿El motivo? La apertura de un nuevo centro residencial, también municipal, que se convertirá en una referencia para toda Extremadura, ya que estará dedicado a los grandes dependientes, a mayores pero también a jóvenes. «Va a ser un centro muy especializado, con tres módulos distintos: uno de alzheimer, otro de grandes asistidos y un tercero para jóvenes dependientes. Será una referencia porque atenderá a distintas edades y tendrá un área de rehabilitación muy grande con una piscina», explica la alcaldesa.

También será referente por el uso de energía renovables, prosigue. «Tiene un sistema de geotermia para la calefacción y el agua caliente que nos permitirá que el gasto sea menor». Este centro contará con 66 plazas residenciales y se espera que pueda absorber buena parte de la demanda que tiene la residencia Pablo Naranjo, que acumula alrededor de 70 personas en lista de espera. «Ambos centros nos permiten mirar al futuro con más optimismo». Entre los dos sumarán 116 plazas residenciales para mayores y dependientes y más trabajo. Su puesta en marcha, previsiblemente en los primeros cuatro meses del 2019, va a generar cerca de una treintena de nuevos empleos. «Los dos centros supondrán unos 50 puestos, ¿qué empresa genera ese empleo en un pueblo de 260 habitantes? Si la residencia de mayores fue un antes y un después, este centro será un nuevo comienzo otra vez».

Desde el gobierno local ya plantean la necesidad de aumentar el parque de viviendas. «Somos conscientes de que vamos a necesitar más casas para lo que se nos viene encima, para que esos nuevos empleados se queden mayoritariamente en el pueblo, generen actividad y den vida al pueblo».

Todo se gestiona bajo el paraguas de la administración local. Romangordo está en el entorno de la central nuclear del Almaraz y recibe compensación por ello, pero además, el nuevo centro ha sido posible gracias a una reciente sentencia que ganó al consistorio de Almaraz en relación a los bienes inmuebles de características especiales, que ha inyectado liquidez extra al municipio. «Podíamos dedicarlo a cualquier otra cosa, pero decidimos seguir apostando por las políticas sociales, por atender a nuestros mayores y dependientes porque eso además genera futuro para el pueblo y tenemos que aprovecharlo», insiste Cordero.

SOLUCIÓN / Curiosamente son los más mayores los que han devuelto la vida a este pueblo cacereño. En ellos se ha encontrado el remedio a dos problemas que les toca de lleno: la atención a la dependencia y la despoblación, especialmente sangrante en el mundo rural. También es la solución para Vitoriano, que a sus 81 años no se imaginaba tener que salir de su pueblo. Hace cuatro años que decidió cerrar las puertas de su casa para trasladarse a vivir unas calles más allá, a la residencia de mayores. «Estaba solo y ya no podía hacer mucho. Aquí estoy como en un hotel de cinco estrellas». Su única pega: «que tengo una pensión muy baja y no me da para nada más», se lamenta. Cada tres o cuatro días Vitoriano se da una vuelta por su casa. «Tengo un huerto y me entretengo allí, me encantan mis tomates», dice orgulloso. Y eso es precisamente uno de los beneficios que ofrece este centro de mayores municipal. Aunque tiene solicitudes de varios puntos de la región e incluso de fuera, se suele dar prioridad a los vecinos del municipio «por una cuestión muy básica, el enraizamiento, darles la oportunidad de que sigan apegados a sus entornos y puedan sentirse más cerca», apunta Juan Jesús Alonso, director de la residencia de mayores Pablo Naranjo desde hace nueve años. El precio es el empuje definitivo. «La gestión municipal posibilita que el coste sea menor que un centro privado sin resentirse la calidad. Aquí el que más paga no sobrepasa los 900 euros, en una privada se va a 1.300 o 1.400 euros», prosigue.

De esta forma, Romangordo ha encontrado su propia fórmula para resurgir y echar un pulso al éxodo rural. Según el INE, es uno de los municipios que más ha crecido en la región en los últimos años. «Queremos tener más fuerza y ser el pueblo de la atención al mayor», dice Cordero. Y lo están consiguiendo.

Lea los testimonios de los protagonistas:

Primera parte

Segunda parte