Pocos empresarios españoles son tan conocidos como José María Ruiz Mateos. Su batalla con el gobierno de Felipe González en los años 80 le llevó a las portadas de los periódicos y a la cárcel, acusado de evadir impuestos --algo que siempre negó-- a través de su holding de empresas agrupadas en Rumasa, que llegó a tener 65.000 empleados. A sus 79 años mantiene el mismo espíritu empresarial al frente de Nueva Rumasa, con algunos cambios y muy apoyado en el trabajo de sus hijos (seis varones y siete mujeres).

Su nombre vuelve a sonar estos días en la región tras hacerse pública, mediante un escueto comunicado de prensa --en el que, como es habitual, no se reflejan las cifras que engloban la operación-- la adquisición de Cárnicas Oliventinas. Este moderno matadero ubicado en Olivenza tiene capacidad para sacrificar 1,2 millones de cabezas de ganado al año, lo que supone un importante movimiento dentro de su estrategia de expansión en el sector alimentario.

Las bodegas y bebidas, los hoteles, la distribución y los sectores urbanístico e inmobiliario son los otros ejes de este grupo de empresas que prevé para este año 2010 un volumen de ventas previsto de 1.500 millones de euros, con un patrimonio valorado en 5.901 millones de euros entre sus inmuebles, existencias y marcas.

Precisamente el sector alimentario --en el que tiene el objetivo de convertirse en el primer grupo industrial del país apoyado en conocidas marcas como Dhul, Cacaolat, Clesa, Elgorriaga, Royne o Trapa -- es el que centra las inversiones de la familia Ruiz Mateos en Extremadura. Hace algo más de dos años desembarcó en la región comprando al gigante Kraft su división nacional de las marcas Apis y Fruco. Esto se traduce en las plantas que la empresa Carcesa poseía y posee en Mérida, Don Benito y Montijo, con una superficie total dedicada a la producción que ronda los 77.000 metros cuadrados en los que se trabaja en sectores como los patés, el tomate frito y triturado o los zumos, principalmente. La llegada de la compañía de la abeja a estas plantas eliminó la incertidumbre que planeaba sobre el futuro de los 300 empleados de esta firma en la región.

Dos de sus primeras decisiones fueron anunciar una paga extra a todos los empleados y el traslado de la sede social de Carcesa de Barcelona a Mérida, donde paga sus impuestos desde entonces.

La compra se anunció en marzo del 2008, sorprendiendo incluso a los propios trabajadores de una firma vinculada a Mérida desde 1929, y uno de los más claros exponentes del pasado industrial de la capital autonómica. José María Ruiz Mateos hijo, y posteriormente su padre, se desplazaron a Mérida donde mantuvieron reuniones con sus nuevos empleados, con el alcalde, Angel Calle, y con el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, a quien manifestaron su interés por invertir en la región.

CONTINUO CRECIMIENTO Aunque han pasado dos años hasta el anuncio de una nueva inversión, lo cierto es que los datos conocidos durante este tiempo indican que el empresario jerezano no se equivocó en su apuesta extremeña. El mismo año 2008 Carcesa incrementó su facturación un 30%, alcanzando los 98 millones de euros. En 2009 ascendieron a 124,5 millones (+26%), y para el 2010 se prevé un incremento del 12,7%, hasta los 140 millones de euros. La apuesta en la I+D+i, la publicidad, la creación de nuevas marcas y el cada vez mayor interés mostrado en el mercado portugués, han sido, según la propia compañía, algunas de las claves de este éxito, que ahora espera incrementar con la planta adquirida en Olivenza.