Para superar una crisis lo mejor es subirse en ella y redirigirla. Se puede hasta sacar tajada. Porque lo que está claro es que el torpedo lanzado contra la línea de flotación del presidente extremeño, a cuenta de sus viajes a Canarias como senador en 2009 y 2010, tenía la finalidad clara de derribarle. Y aunque no se ha identificado el instigador, y su principal enemigo, en este caso el PSOE de Fernández Vara, ha negado tajantemente su participación, lo que es evidente es que el daño causado en lo personal y en lo político ha sido terrible, llegando casi a aniquilarle como candidato. Por eso, ahora lo que tocaba era defenderse, sacar a la luz las pruebas recabadas que demuestran que las acusaciones vertidas estos días no son ciertas, o al menos inexactas, reponer el honor mancillado y plantar batalla a quienes lo creían muerto. Sus palabras de "no me van a callar, ahora menos que antes y les anuncio que me presentaré a las próximas elecciones y las voy a ganar" refrendan este argumento. Monago viene a decir que da la cara una vez recompuesta y que lo que no mata, engorda, justo lo que esperaban los suyos, abatidos viendo noqueado a su líder.

Es evidente que quienes no creen en él, ni presentándose como el mismísimo Cristo resucitado iba a convencerlos. Todo lo contrario, se sabía de antemano que cualquier resquicio en su argumentación sería interpretada en clave negativa para pedir acto seguido su dimisión. Pero los suyos --que no necesariamente todos tienen carné del PP-- necesitaban un mensaje de vida que les devolviera al Monago de siempre, ni el abatido de estos días ni el que se deja amedrentar hasta el llanto que vieron en la convención nacional de Cáceres del sábado pasado. Si el principal valor que tienen los populares en Extremadura es la marca Monago y ésta ha sido casi derruida, lo prioritario es recuperarla viendo, además, que sólo con las siglas 'PP' no se ganan las elecciones en esta región y menos ahora que el partido a nivel nacional presenta una tendencia electoral a la baja.

Quedan aún asaltos en el cuadrilátero de la política y también otros en los tribunales dado que el presidente ha anunciado querellas contra medios de comunicación y además él tiene dos denuncias de los Regionalistas del PREX-CREX y de un abogado de Badajoz en el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, pero plantar batalla con argumentos era prioritario. La imagen de un candidato atrapado en una tormenta de arena, como él mismo dijo el viernes que se ha llegado a sentir estos días, poco puede hacer por dirigir a los suyos hasta las urnas y nada para llenar esas mismas urnas de votos.

De todas formas, en todo este sainete, donde todo el mundo ha entrado por los ingredientes de culebrón que contiene, no deja de ser curioso que de 616 diputados y senadores que componen el Congreso y el Senado de España, salgan a relucir los viajes de uno solo y de la legislatura anterior. Las vergüenzas de sus señorías, si las tienen, debieran conocerse todas y la opacidad que algunos quieren como salvaguarda de la privacidad dejarla a un lado. Porque la transparencia que proclaman todos los partidos como signo de los tiempos que van a venir y garantía del sistema democrático que nos hemos construido los españoles, debiera empezar por hechos como estos, sobre todo si se sustentan, como es el caso, en dinero público.

La crisis económica que padecemos, y de la que aún no hemos salido, ha acabado con la paciencia de la gente. Y ahora que está marcada la senda, que los políticos en general no sólo tienen que parecer honestos sino que demostrarlo, todos nuestros dirigentes deberían tener claro que el servicio público lleva implícito la fiscalización de sus actividades. Es necesaria la reconciliación de la ciudadanía con su clase política y ello conlleva incluso exagerar la transparencia y el buen gobierno. Los partidos políticos, sobre todo los mayoritarios, deberían ponerse a la cabeza en lugar de tirarse los trastos, de lo contrario el hartazgo ciudadano acabará con ellos.