Los detractores del proceso de Bolonia afirman, de forma recurrente, que se quiere privatizar la universidad pública, poniéndola al servicio de los intereses empresariales. Se trata de una aseveración gratuita, que solo se explica por las prevenciones que suscitan las proclamas que abogan por reducir el abismo que separa al mundo empresarial del universitario. Puede que haya profesores dispuestos a festejar que una empresa se interese por su departamento, pero sus deseos, hoy por hoy, son inalcanzables.